Me tomo un momento para respirar mientras nos preparamos detrás del escenario del gran evento benéfico. Las luces se filtran a través de los ventanales. Zoé, radiante, ajusta el vestido de Camila, que ríe nerviosa a su lado. Mi corazón late con esa mezcla conocida de orgullo y ternura. Tres años han pasado desde aquella resaca en Las Vegas. Tres años de contratos, escándalos, enfermedades, reconciliaciones y, sobre todo, de construcción de esta familia: nuestra familia.
Camina hacia nosotros Helena, mi aliada incondicional. Me dedica una sonrisa segura. Yo apenas asiento. Todo está listo. Tenemos todo para este momento.
—Liam, estás en cinco —dice su asistente, poniendo una mano rápida en mi hombro. Asiento.
Salgo al escenario del auditorio repleto. El murmullo se detiene. Zoe se queda junto a Camila, sosteniéndola de la mano. La prensa se encuentra al costado, pero esta vez no se trata de un show. Hoy entramos como lo que somos: una familia real. Sin artificios. Sin falsedad.
Tomo el