Luar es una tierna y linda chica Omega de 21 años que trabaja como asistente, cometiendo el error de enamorarse de su jefe, un Alfa de 28 años, el ser más frío y arrogante que existe. Todo se complicará cuando su jefe se empeña en saber porque le llama tanto la atención su asistente, un juego en el que Luar se ve envuelta sin quererlo y donde la única que saldrá perdiendo es ella.
Leer másAhora me encontraba en el supermercado haciendo las compras de la semana cuando de repente mi teléfono comenzó a sonar, era mi jefe, que quería ahora este hombre, ya mi jornada laboral había concluido y bastante tarde por cierto.
—Diga jefe.—Te necesito ahora aquí, ya.— Pero...Ni siquiera dejo que contestara para ese entonces ya me había colgado.Mi jefe es un tipo muy exigente, que no entiende razones algunas, muchas veces suele ser cruel, en el poco tiempo que llevo trabajando para él he podido ver cómo ha despedido a varios de mis compañeros por pequeños errores.Debido a eso trato siempre de tener las cosas antes de que me las pida y si no lo hago a una velocidad de la luz y lo más perfecto posible, a veces me asombro de todo lo que logró hacer, lo menos que necesito es ser despedida. Hace un año mi padre fue echado de la empresa en la que trabajaba, acusado de haber robado, aunque no lo encarcelaron tiene que pagar ese dinero pero nadie le da trabajo, mi madre se enfermó debido al exceso de trabajo por lo que me vine a la ciudad con ayuda de mi amiga para así poder ayudar con la matrícula de la universidad de mi hermano y la deuda.Suspire y lo poco que había logrado tomar de los estantes corrí a pagarlo para así salir corriendo a la empresa.Al llegar ya no había nadie en el lugar, era demasiado tarde, entonces dejé mi pequeña compra en mi mesa de trabajo y me dirigí a la puerta de su despacho dando unos pequeños toques, no quería molestarlo, eso nunca es bueno.— Pase—lo escuché decir.—Dígame jefe, ¿en que le puedo ayudar?—Toma asiento por favor.Yo asentí e hice lo que me pidió, aunque me pareció algo extraño, estaba siendo amable?A su manera no, pero así me pareció.—¿Hace cuanto trabajas para mí?Me dijo mirándome con aquellos ojos tan negros y penetrantes que me daban miedo, que habría echo mal? Acaso me va a despedir?— Yo...— tomé una bocanada de aire para poder seguir— Menos de un año señor, creo que 10 meses.Lo vi asentir y mirar hacia afuera a través del gran ventanal de cristal que había en la oficina, me volvió a mirar.—¿Por qué permitistes que mi socio y amigo te coqueteas?— me preguntó con el ceño fruncido.—Perdón señor?— pregunté.— Kai, Luar, hablo de él.—No me coqueteaba señor—respondí algo confundida, no entendía lo que sucedía, ni a donde iría la conversación.Vi como se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia mi dirección, todo mi cuerpo tembló, mi jefe podría ser un hijo de Puta de vez en cuando y el ser más frío que he conocido pero también era hermoso, apuesto y no puedo negar que me gustaba, pero solo eso.El tener algo con mi jefe solo podía vivir en mi cabeza, para mi es solo alguien inalcanzable, solo un sueño que jamás se haría realidad.De pronto lo tuve demasiado cerca de mi rostro, casi rozando sus labios con los míos, trague en seco, me sentía realmente nerviosa.— Escuché cuando te invitaba a salir—las palabras no me salían pero tenía que responderle.— El Señor solo me invitó a un almuerzo, pero como compañeros de trabajo, solo eso.Ahora me encontraba dándole explicaciones de mi vida a mi jefe y no sabía por qué.Vi como sus ojos se clavaron en mis labios y se relamió los suyos, que estaba pasando? Acaso mi jefe me estaba coqueteando?Su cercanía era demasiada y mi cuerpo no dejaba de temblar, estaba realmente intimidada por mi jefe y él parecía darse cuenta de aquello y disfrutarlo porque mantenía una sonrisa maliciosa que me ponía aún peor.Sentí como su pulgar acariciaba mi labio inferior y mi corazón comenzó a latir a mil, pareciese que se saldría de mi pecho, me atrevería a decir que de lo fuerte que latía Kim podía escucharlo, se separó de mí e hizo que me pusiera de pie, sentía que mis piernas me traicionaría en cualquier momento y que caería al suelo allí mismo.Su gran mano agarró mi cintura y la apretó con suavidad, yo no podía reaccionar y sin darme cuenta sus labios habían tomado los míos, los lamía y los succionaba, al principio fue algo suave pero con el pasar de los segundos se volvió algo intenso y fue cuando sentí que mordió mi labio, debido al dolor abrí mi boca y él aprovechó para introducir su lengua, aquel travieso músculo que comenzó a explorar mi cavidad bucal a su antojo y fue cuando reaccione y lo aparte de mi con un ligero empujón.—Señor que hace?—me miraba a los ojos mientras pasaba uno de sus dedos por su boca, su sonrisa ladina y su mirada maliciosa me tenían inquieta.《¿Qué pretendía mi jefe con aquella actitud?》《¿Qué quería de mí?》《¿Qué se creía que era yo?》— ¿Qué? No te gusto yo, ¿ves más atractivo a Kai? a que con el si te acostarías verdad?— escupió todas aquellas palabras que me hicieron enojar y sin pensarlo lo abofeteé, que se creía para hablarme así.— No se confunda señor, no me gusta el señor Kai y mucho menos usted, yo no estoy aquí para acostarme con nadie, yo estoy aquí para trabajar— sin decir más me di la vuelta y me dirigí a la puerta.—Luar detente ahí ahora mismo—me grito, mi cuerpo reaccionó aquello y me detuve en seco, acaso mi jefe había utilizado su voz de mando en mi y yo como toda una tonta Omega había reaccionado.Lo sentí cerca de mi cuerpo, su respiración en mi nuca, me estaba olfateando.—Me encanta tu aroma—me susurro al oído—Tu olor a fresa me encanta desde el primer momento en el que lo sentí—dejándome un húmedo beso en el cuello— Puedes retirarte Luar mañana te quiero temprano aquí— sentí como se alejó.Apenas podía poner un pie delante de otro, prácticamente salí corriendo de aquella oficina, sin darme cuenta había dejado mis compras encima de mi mesa, pero que carajos, necesitaba llegar a mi casa, tenía que salir de allí.— Serás mía pequeña, ya verás.La luz blanca del hospital golpeaba los ojos de Luar mientras cruzaba las puertas automáticas, arrastrando cada paso como si cargara con el peso de un mundo entero.Su corazón latía con una fuerza dolorosa y cada respiración le resultaba imposible de calmar, detrás de ella, Cristal sostenía la mano de su madre, quien apenas podía mantener el equilibrio emocional, la desesperación se leía en su rostro más que en cualquier palabra. Ninguno de los tres había pronunciado una sola frase desde que habían recibido la noticia.Ninguna de las pruebas de compatibilidad había resultado favorable para el trasplante de su padre.El olor a desinfectante mezclado con el café frío del pasillo solo aumentaba su sensación de irrealidad, Luar no podía aceptar que su mundo se redujera a esas paredes, a esos monitores y a un hombre que, aunque débil, seguía siendo su padre y necesitaba con urgencia un milagro que aún no llegaba. Su mente repiqueteaba con preguntas imposibles de responder.¿Cómo podía ser
Luar se encontraba recostada en la cama, intentando perderse entre las páginas de un libro que había comprado días atrás, la historia era buena, entretenida, pero no lograba sumergirse del todo, una parte de ella siempre parecía en tensión, esperando cualquier sobresalto. Pasaba los ojos por las palabras impresas con la esperanza de distraerse, cuando un quejido suave y doloroso surgió en lo profundo de su pecho, era su omega.Un susurro, apenas un gemido, cargado de una pena tan honda que erizó su piel.— “Kim…” — llamó, con voz quebrada, como si cada sílaba le arrancara un pedazo del alma.Luar se tensó de inmediato, cerró el libro de golpe, su corazón acelerado, la rabia mezclada con un miedo que no quería reconocer.— ¿Por qué lo recuerdas ahora? — preguntó entre dientes, casi suplicando — ¿Por qué tanto dolor?Su loba respondió con un lamento bajo, vibrante, que la atravesó por completo.— “Nuestro alfa no está bien…” — dijo con tono grave, cargado de certeza — “Está muriendo.”U
El hospital estaba en calma aquella mañana, pero para Kim Collins cada paso hacia la consulta se sentía como atravesar un campo minado. Sus botas resonaban en el suelo de mármol con un eco que lo atormentaba, no era la primera vez que iba allí, pero sí la primera en la que el motivo lo hacía sentirse vulnerable hasta los huesos.Al abrir la puerta del consultorio, lo recibió el rostro sereno del doctor David Peterson, un hombre de cabello entrecano, ojos profundos y una presencia que inspiraba respeto y confianza a partes iguales.Para Kim, él era más que un médico, era el último vínculo con Diana, su madre, David había amado a esa mujer en silencio y aunque la vida no les permitió estar juntos, siempre había cuidado de Kim como si fuera su propio hijo.— Siéntate Kim — dijo el doctor, señalando la silla frente a su escritorio.El alfa obedeció, aunque la incomodidad era evidente en sus gestos, sus manos, habitualmente firmes, descansaban entrelazadas sobre sus rodillas, tensas.– Hi
El despacho de Kim estaba envuelto en un silencio tenso, roto solo por el sonido del reloj de pared y el suave zumbido de la computadora encendida.Kai se encontraba sentado frente a él, revisando algunos documentos de la empresa, mientras Kim firmaba sin demasiado interés, habían pasado varios minutos en relativa calma cuando el alfa de ojos negros dejó caer la pluma de golpe, llevándose la mano al pecho con un gesto tan rápido como involuntario.Kai levantó la mirada de inmediato.— ¿Kim? — preguntó con voz grave, observando cómo el rostro de su amigo perdía un matiz de color.Kim respiró hondo, intentando recomponerse, su lobo interno rugía débilmente, como si quisiera salir y al mismo tiempo se viera arrastrado a un abismo de silencio, era una sensación insoportable, una desconexión que jamás había experimentado, el lazo invisible que lo unía a Luar ardía como un hilo que se desgarraba lentamente.— No es nada — respondió Kim con sequedad, apoyándose contra el respaldo de su silla
Imaginar el miedo y la escena de Luar temblando, tratando de proteger a su cachorro era la más dulce de las victorias para Alice.Cada vez que recordaba como se habria visto el pavor reflejado en esos ojos color miel, una sonrisa se dibujaba en su rostro.Se recostó contra el respaldo del sofá de terciopelo carmesí, el cristal de la copa de vino en su mano brillando con la luz tenue de las velas, a su lado Jasper la observaba como si cada gesto suyo fuera un regalo.El guardaespaldas no podía apartar la vista de ella, el aroma a canela de Alice impregnaba la estancia, envolviendo sus sentidos, excitando incluso a su lobo interno que gruñía en su pecho reclamándola como si fuera suya, el aire denso se mezclaba con el picor de su propio aroma a jengibre, caliente, penetrante, difícil de controlar.—¿Viste su rostro? — dijo Alice, su voz aterciopelada y cruel, mientras hundía los labios en la copa.– Estaba aterrada, como una cría perdida – contestó. – Eso, Jasper… eso es lo que me gust
Al regresar al auto y cerrar la puerta el silencio la golpeó, apoyo la frente en el volante, el aire aun llevaba consigo un rastro a jengibre picante, el aroma de aquel guardaespaldas mezclado con el miedo que había emanado de ella y de su hijo en el momento del accidente aún lo sentía pegado a su piel, como una advertencia que no podía ignorar.– Calmate Luar… ya pasó – se susurró pero su aroma a fresas dulces seguía impregnado en el coche con una nota nerviosa, más ácida de lo habitual.El día en la oficina fue un infierno, cada vez que miraba los papeles frente a ella los recuerdos del choque volvían.Adriano se pudo percatar de que Luar se encontraba distraída y algo preocupada pero como siempre hacía no le pregunto nada y respeto su silencio, solo dejó una taza de café en su escritorio y le dedicó una sonrisa cálida, su aroma a pino fresco intentando darle calma.Cuando el teléfono una vez más vibro de repente en su escritorio Luar casi salto, era Kim, no podía seguir ignorándolo
Último capítulo