Se enamoró del asesino de su padre. Victoria Kaiser lo tuvo todo: riqueza, prestigio y un futuro prometedor como heredera del imperio de Rayner Kaiser, el hombre más poderoso de Londres. Pero su mundo perfecto se desmoronó cuando su padre fue brutalmente asesinado por Alejandro Toscano, un enemigo que buscaba venganza por un crimen del pasado. Engañada por su prometido y traicionada por su propia familia, Victoria cayó en una trampa que la llevó a pasar una noche con un desconocido… sin saber que ese hombre era, justamente, el asesino de su padre. De ese encuentro nació un secreto que cambiaría su vida para siempre: sus hijos. Años después, el destino los vuelve a unir. Sin reconocerse al principio, Victoria entra a trabajar en la empresa de Alejandro y, poco a poco, una relación ardiente y peligrosa nace entre ellos. En medio del odio, la atracción y los secretos, Victoria se enamora del hombre que destruyó su vida. Pero cuando la verdad sale a la luz, ¿será el amor suficiente para sobrevivir a tanta oscuridad? Una historia de traición, venganza, pasión y redención. ¿ Victoria podra perdonar al hombre que se lo arrebató todo?
Ler maisBajé la cabeza de inmediato, evitando su mirada como si de eso dependiera mi vida.—Sí… estoy bien —murmuré, sintiendo cómo la voz me temblaba.Alejandro se acercó un paso. Luego otro. Y otro más. Su sombra me cubrió por completo, y mi respiración se volvió inestable. Extendió la mano, intentando ver la mía, la que aún sostenía el hielo, pero por puro instinto la aparté de golpe.Su mandíbula se tensó. Gruñó.—Victoria —pronunció mi nombre como una advertencia, con esa mezcla de orden y amenaza que parecía dominar a la perfección.No pude hacer nada. Solo asentí con un leve movimiento, como si estuviera hipnotizada por su presencia.Con manos temblorosas, bajé lentamente el borde de mi blusa. Lo suficiente para que pudiera ver el hombro. El dolor me punzaba, pero más que eso, me dolía la vergüenza de estar allí, herida y vulnerable frente a ese hombre.Sus cejas se fruncieron al ver el moretón. Era grande. Oscuro. Horrible. Su expresión cambió, y por un segundo… por un solo y maldito
El sol apenas había salido cuando dejé a los niños en la guardería. Me incliné, les di un beso en la frente a cada uno y les susurré que los amaba más que a nada en el mundo. Sus manitas se aferraron a mí con fuerza por un segundo, y sentí ese tirón en el pecho… ese instinto que me decía que los protegiera, que no los dejara. Pero no podía quedarme. Necesitaba ese trabajo. Necesitaba ese sueldo para mantenerlos .Salí corriendo casi sin mirar atrás.—¡Taxi! —grité, alzando la mano como una loca en medio del caos matutino.Uno se detuvo, y subí con el corazón latiéndome como un tambor. Miré el reloj. Iba a llegar tarde. Otra vez. No podía darme ese lujo. No después de todo lo que me había costado conseguir ese puesto.—Rápido, por favor… Corporativo Toscano , en el centro —le dije al conductor.El tráfico estaba infernal. Cada segundo se sentía como una bomba de tiempo. Cuando por fin llegamos, le lancé el dinero sin esperar el cambio y corrí hacia el edificio. Subí las escaleras como
Sus dedos rozaron el borde de la máscara, y por un segundo creí que lo haría. Que se quitaría esa maldita máscara y me permitiría ver el rostro del hombre que me había marcado de por vida. El rostro del que, en lo más profundo de mi alma, sospechaba que podía ser el padre de mis hijos.Pero no lo hizo.Su mano tembló apenas y entonces, su voz, esa voz que me envolvía como una bruma venenosa, habló:—No, muñequita —dijo con una sonrisa torcida que pude sentir, aunque no verla del todo—. Si me ves el rostro… se acaba el juego. Y resulta que aún sigo queriendo jugar contigo… un poco más.Sentí cómo la furia se encendía en mi pecho como una chispa cayendo sobre gasolina. ¿Un juego? ¿Para él esto era un juego?Me acerqué con pasos decididos, con el corazón en guerra contra cada parte de mí que todavía reaccionaba a su cercanía. Lo miré, deseando arrancarle esa máscara con mis propias manos."Solo quería verte…" pensé. Solo quería saber si eras tú. Solo quería entender por qué mi alma se es
Apenas crucé el umbral, su mirada se clavó en mí como una llama antigua que nunca se había apagado. Sentí que el aire se espesaba, que las paredes se cerraban lentamente sobre nosotros. Él dio un último sorbo a su copa y, con una leve inclinación de cabeza, habló con voz firme:—Déjennos solos.Los guardaespaldas no dudaron. Uno a uno salieron en silencio, como sombras obedientes, cerrando la puerta tras de sí. El sonido del seguro al encajarse me heló la sangre.Ahora estábamos solos.Él dejó la copa sobre la mesa, caminó despacio hacia mí. Sus pasos eran lentos, medidos, como si cada uno marcara un compás que solo él entendía.—Te he estado buscando, Victoria —dijo con esa voz grave que parecía abrazarme y romperme al mismo tiempo—. Cada día. Cada maldito segundo desde aquella noche.Mis labios temblaron, pero me obligué a mantenerme firme. La garganta me ardía de tanto contener el grito. Lo miré directamente, aunque la máscara negra que cubría la mitad de su rostro me impedía leerl
El celular volvió a sonar. Esa vibración insistente, como si el pasado tuviera uñas y arañara desde dentro del bolso, me erizó la piel. Lo saqué de golpe, con los dedos temblorosos por la mezcla de miedo y rabia que me crecía en el pecho.Número desconocido, otra vez.Contesté sin pensar, con la voz cargada de furia contenida.—¿¡Qué es lo que quieres!?Al otro lado, hubo un silencio breve… y entonces lo escuché. Una risa baja. Casi un susurro. Esa clase de risa que no se olvida. Una risa que no tenía prisa, que sabía exactamente el efecto que causaba.Y luego su voz. Esa voz.—Te estoy esperando, Victoria… —dijo con un tono magnético, sensual, como si cada palabra me acariciara con intención—. En la habitación donde también la pasamos. Te estaré esperando.Y colgó.Me quedé paralizada, con el teléfono aún pegado a la oreja, como si la llamada siguiera, como si su voz se hubiera quedado atrapada entre mis huesos.Entonces sucedió.Una ráfaga de recuerdos que no pude controlar me atrav
El taxi se detuvo frente al Hotel Royal y sentí que el aire se me atascaba en la garganta.Ahí estaba. Tan imponente como siempre. El edificio de vidrio y mármol que parecía mirarme desde arriba, como si supiera todo lo que guardaba dentro de mí. Sus luces brillaban como estrellas frías, y su puerta giratoria resplandecía con elegancia, como una trampa dorada esperando a cerrarse sobre mí.Tragué saliva. No era solo un hotel. Era un recuerdo envuelto en terciopelo y mentiras. Era el principio del fin. El escenario donde todo cambió.Miré a Diana y a Santiago sentados a mi lado en el asiento trasero, jugando con sus manos, ajenos al torbellino que yo llevaba por dentro. Santiago tenía la camisa ligeramente arrugada y Diana se había quitado una de las trenzas en el camino, pero aún así… se veían hermosos. Mis pequeños. Mis razones.Pagué el taxi con manos temblorosas y bajamos. Sujeté sus manitas con fuerza mientras cruzábamos las puertas giratorias. Apenas puse un pie dentro, el olor a
Último capítulo