16. Preocupación
El sol apenas había salido cuando dejé a los niños en la guardería. Me incliné, les di un beso en la frente a cada uno y les susurré que los amaba más que a nada en el mundo. Sus manitas se aferraron a mí con fuerza por un segundo, y sentí ese tirón en el pecho… ese instinto que me decía que los protegiera, que no los dejara. Pero no podía quedarme. Necesitaba ese trabajo. Necesitaba ese sueldo para mantenerlos .
Salí corriendo casi sin mirar atrás.
—¡Taxi! —grité, alzando la mano como una loca en medio del caos matutino.
Uno se detuvo, y subí con el corazón latiéndome como un tambor. Miré el reloj. Iba a llegar tarde. Otra vez. No podía darme ese lujo. No después de todo lo que me había costado conseguir ese puesto.
—Rápido, por favor… Corporativo Toscano , en el centro —le dije al conductor.
El tráfico estaba infernal. Cada segundo se sentía como una bomba de tiempo. Cuando por fin llegamos, le lancé el dinero sin esperar el cambio y corrí hacia el edificio. Subí las escaleras como