17. Adicto a ella
Bajé la cabeza de inmediato, evitando su mirada como si de eso dependiera mi vida.
—Sí… estoy bien —murmuré, sintiendo cómo la voz me temblaba.
Alejandro se acercó un paso. Luego otro. Y otro más. Su sombra me cubrió por completo, y mi respiración se volvió inestable. Extendió la mano, intentando ver la mía, la que aún sostenía el hielo, pero por puro instinto la aparté de golpe.
Su mandíbula se tensó. Gruñó.
—Victoria —pronunció mi nombre como una advertencia, con esa mezcla de orden y amenaza que parecía dominar a la perfección.
No pude hacer nada. Solo asentí con un leve movimiento, como si estuviera hipnotizada por su presencia.
Con manos temblorosas, bajé lentamente el borde de mi blusa. Lo suficiente para que pudiera ver el hombro. El dolor me punzaba, pero más que eso, me dolía la vergüenza de estar allí, herida y vulnerable frente a ese hombre.
Sus cejas se fruncieron al ver el moretón. Era grande. Oscuro. Horrible. Su expresión cambió, y por un segundo… por un solo y maldito