Mientras tanto en la cocina.
La casa Vanross estaba en silencio cuando Lionel abrió la nevera en la cocina. Solo el zumbido del refrigerador y el tenue resplandor de la luz blanca iluminaban sus facciones. Llevaba la camisa medio desabrochada, el cabello húmedo por el sudor, y en sus manos una bandeja con sobras de la cena.
Richard estaba detrás en el umbral, aún con la rigidez que lo caracterizaba, aunque sus ojos brillaban cansados.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo antes de dormir? —preguntó Lionel, sacando dos vasos de jugo y poniendo el plato sobre la mesa.
—No tengo mucha hambre de fiesta, pero sí de comida —contestó Richard con un hilo de voz.
Lionel sonrió satisfecho.
—Entonces estamos en el lugar indicado justo a tiempo.
Ambos se sentaron en silencio. Richard probó un trozo de pan con jamón de pavo y queso danés, y la simpleza del momento le resultó extraña: nunca había estado tan cerca de alguien como él. Lionel lo observaba de reojo, fascinado con cada gesto serio que se