Esa noche, Raven casi no durmió.
—Esto me está volviendo loco...
Daba vueltas en la cama, mirando el techo como si ahí estuvieran las respuestas que le faltaban. Cada vez que cerraba los ojos, sentía un tirón leve en el bajo vientre o un mareo suave que lo hacía recordar la verdad que intentaba negar.
Al final, se sentó y encendió la pequeña lámpara.
Sus peces, Pizza y Burrito, nadaban cerca del vidrio, como si lo escucharan respirar.
—Ustedes no lo entienden —susurró, poniéndose una mano en la frente—. Estoy metido en un lío del tamaño del edificio Vanross… y ustedes solo quieren comida.
Los peces dieron un coletazo, como si respondieran.
—Sí, ya sé —murmuró Raven—. Tengo que pensar. Tengo que organizarme. No puedo quedarme aquí, esperando a que todo explote. Mi padre me va a matar y meteré en problemas a Maelik
Caminó hasta su escritorio, aún con los pies descalzos. Abrió un cuaderno viejo y empezó a escribir:
Plan de Ahorro – Operación Desaparición y vivir solo (si es necesario):
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