Esa noche, después del incidente del cigarrillo y el baño, Maelik llevó a Raven a casa. Lo dejó descansar y se fue a su casa.
El subió directo a su propio despacho dentro de la mansión Vanross. Quería revisar unos documentos… pero no lograba concentrarse.
Su mente volvía una y otra vez a la imagen de Raven temblando, pálido, vomitando.
"Debe estar muy agotado" pensaba
Estaba tan absorto que no notó la presencia de nadie hasta que escuchó golpes suaves en la puerta.
—¿Puedo pasar, hermano? —la voz melodiosa de Lionel llenó la habitación.
—Adelante —respondió Maelik, frotándose la frente.
Lionel entró con elegancia, apoyándose en el marco de la puerta. Su postura era relajada, pero sus ojos lo estudiaban con precisión quirúrgica.
—Te ves tenso, no te preocupes si es por mi, ya me voy el mes que viene, aprendi todo lo necesario. —comentó, avanzando hacia él.
—No estoy asi por ti.
—¿Problemas en la oficina? ¿O problemas… con cierto asistente?
Maelik lo miró de reojo.
—Raven estuvo vomitan