El día comenzó como cualquier otro en Vanross Technologies, aunque para mí nunca había nada “como cualquier otro día”. Llevaba totro mes trabajando junto a Maelik, pero aun así cada mañana me enfrentaba al mismo vértigo: la sensación de que, a cada paso, el suelo podía abrirse y devorarme. Mi escritorio estaba lleno de pequeños regalos cada maldito dia, en mi casa ya no me cabian mas cajas de regalos — plumas elegantes, relojes de todos los materiales mas caros del mundo, ropas de las mejores casas de costuras, libros de notas hecho en la india, incluso un paquete con chocolate amargo de suiza, el tipo que a él le gustaba y que sabía que yo también apreciaba—. Me sentí abrumado, una mezcla de gratitud y nerviosismo que no sabía cómo gestionar. Mi amor platónico me estaba volviendo loco.
La reunión de la mañana comenzó con el habitual desfile de ejecutivos betas y alfas dominantes como mi jefe, la voz de Maelik resonaba firme y autoritaria mientras dictaba los puntos de la agenda. Inte