Esa mañana empieza a llover, cuando Raven cierra la puerta del auto. El cuero del asiento se siente frío bajo su piel adolorida, y el silencio que se instaló entre ellos era tan espeso que podía escucharse el leve zumbido del motor encendiéndose. Maelik mira de reojo y ve lo nervioso y sonrrojado que está.
Maelik, al volante, no dijo nada al principio. Sus manos se aferraban al volante con una calma forzada, como si temiera que cualquier palabra rompiera el frágil equilibrio que habían logrado construir después de aquella noche. Su padre era un inconciente pero eso no era problema para Maelik. Al contrario podia usar eso para sacar a Raven de esa casa.
Raven miraba por la ventana, observando cómo el sol se filtraba entre los edificios, tiñendo de dorado las fachadas. Aún podía sentir el calor de la piel de Maelik en su cuerpo, y aunque había prometido no pensar en eso, su mente lo traicionaba una y otra vez. Encima su padre siempre hacia lo que queria por ser el patrialca de la familia