Después de una larga espera, solo veo aparecer a Dante, sin mi tío Alonso. Habíamos vuelto de Palermo en su búsqueda y nos topamos con aquella pelea callejera. Mi tío me llamó y me instó a perseguirlos para proporcionarle una coartada ante el capo Nectáreo. Al observar a Dante descender del coche, me apresuro a abrazarlo, esbozando una sonrisa.
—¿Todo salió bien? ¿Nos creyeron? —pregunto, manteniendo la sonrisa.—Sí, todos piensan que somos enemigos. Pero hay un gran lío con "El Rubí". Mejor vamos a casa para hablar sin que nadie nos oiga —responde él mientras se dirige a su vehículo.Consciente de su acierto, ordeno a la extensa caravana de nuestros vehículos que lo sigan en la oscuridad hacia la antigua mansión de mi tío Alonso, que ahora todos suponen pertenece a los Garibaldi. Al llegar, los hombres se desplie