Dante asiente, su silueta apenas visible en la penumbra, mientras se coloca su propio casco.
—Eso es verdad, jefe —su voz llega amortiguada—. Al menos ya sabemos que no es tu sobrina. Luigi recolectó cabellos de Celia de tu casa y dio negativo. Un suspiro de alivio se mezcla con la tensión en mi pecho. Al menos una verdad se ha confirmado entre tantas incógnitas. No hay lazos de sangre entre Celia y yo, lo cual hace que eso se vaya de mi pecho. Puedo amarla libremente y reclamarla como mía si la encuentro. El rugido de los motores se convierte en el coro de fondo para nuestros pensamientos oscuros. El olor a caucho quemado y gasolina inunda mis sentidos mientras me ajusto los guantes y tomo el volante con determinación. Esta noche, no solo correré por la adrenalina o por la huida momentánea de mis problemas; correré por Celia, por la esperanza de encontrarla. Los autos se alinean, y la tensión se corta con un cuchillo. La señal está a punto de dar