La elegante cafetería se había convertido en mi refugio predilecto hacía una semana. Tras las largas horas de trabajo, acudía allí para disfrutar de un café, siempre ocupando la misma mesa junto a la ventana, manteniendo la esperanza de volver a ver aquel rostro que no lograba olvidar. Aunque desconocía su nombre, la imagen de su distinguida figura permanecía grabada en mi memoria.
Tenía mucho miedo porque Nectáreo no se cansaba de avisarme que no anduviera sola, ya que las mafias estaban luchando por el poder y Catania estaba inundada por los Garibaldi. Sabía exactamente a quién perseguían ellos. Por eso, me esmeré en ocultarme y hacer el disfraz de Diletta casi perfecto. Me pasaba horas estudiando los vídeos de ella e imitándola hasta el cansancio. Sus expresiones, gestos y manera de ser ya me salían con naturalidad, inhibiendo a la sumisa y silen