El estruendoso ruido de los motores me hizo apartar la mirada de la carretera y mirar hacia afuera. Gerónimo, Guido, Coral y los demás, en sus motocicletas, me hicieron señas apremiantes para que me detuviera a un lado.
Obedecí de inmediato, deteniendo el vehículo. Coral ya se acercaba a mi ventanilla con los demás. —Tenemos noticias —dijo sin rodeos. Mi corazón se aceleró ante la posibilidad de que hubieran encontrado alguna otra pista. Asentí, indicando que continuara. Coral procedió a contarme sobre la llamada que Celia había hecho, buscándome desesperadamente. —La acabo de escuchar —le dije—, me la acaba de mandar Darío. Vamos a alquilar unas casas aquí en el bulevar. —Ya nos hemos adelantado y alquilado unas casas en el centro, cerca del club Paradise —explicó Gerónim