La sensación de estar siendo observada se incrementa con cada paso que doy, pero por mucho que miro a mi alrededor no veo a nadie. La imagen de un club con el nombre "Paradise", muy iluminado, me llama la atención. Y justo frente a su entrada, una cabina roja captura mi mirada. Tengo que avisarle; no puedo seguir aquí en este lugar. No sé explicarlo, pero siento que algo malo me rodea. Pero si no le digo dónde encontrarme, ¿cómo podrá dar conmigo?
Sin importarme nada, crucé la calle y entré en el teléfono público. Llamé a mi edificio en Roma. Sabía que me estaba exponiendo al peligro de ser descubierta, pero mi miedo y desesperación eran mayores. La voz del viejo portero, a quien conocía desde hace años, me respondió.—Hola.—Señor Ronaldo, soy Celia. Por favor, no deje que nadie sepa que he llamado. Necesito hablar con