Mi visión se interrumpió cuando mis ojos se encontraron con los de una extraña chica que se detuvo de pronto frente a nuestra mesa y me miró intensamente. Iba vestida de negro, con unos increíbles ojos verdes que no dejaban de fijarse en mí. A su lado, un apuesto caballero de cabello rubio y ojos multicolores le dijo:
—No es ella, Coral. Vámonos antes de que regresen los Canteranos. Y se alejaron, seguidos por un grupo que me miraba extrañado y hasta creo que los vi tomar fotos de mí, antes de caer en un sopor debido a la cantidad de bebida que había consumido. —Es realmente linda, Diletta —comentó el hombre a mi derecha—. Aunque ahora que ha regresado, ya es toda una mujer; aún lo es más. —Sí, cuando se fue era más delgada, pero ahora es toda una mujer. Quita tus ojos de ella o el jefe te mata —le advirtió el de mi izquierda—. Ya viste lo que le hizo al estúpido de Remberto. Recuerda que el jefe no tolera que se metan con Diletta. —C