ALONSO:
Me disponía a retirarme para ir a ordenar la comida para mi esposa, pero Celia me detuvo, haciendo que regresara a mirarla. Sus ojos reflejaban miedo, pero también una determinación inquebrantable por nuestro hijo. Su mirada se posó en la venda que cubría mi cabeza.
—No fue nada, solo un golpe feo —dije, intentando restarle importancia y evitando mencionar que por poco pierdo la vida por descuido—. Ahora deja que vaya a ordenar que te traigan comida. —Sé que no fue tan simple, Alonso —dijo sin soltar mi mano, llena de preocupación—. No insistiré en que me digas qué fuiste a hacer y dónde, ni por qué regresaste herido. Solo quiero que me des tu palabra de que te cuidarás más, que no me dejarás sola con este bebé. —Palabra de Garibaldi —me apresuré a decir, y no queriendo que s