129. LUIGI GARIBALDI
CELIA:
Diletta, con una humildad poco característica en ella, bajó la cabeza y murmuró una disculpa:
—Perdón, no sé qué me agarró.
Nectáreo se adelantó muy serio e intervino deteniéndose delante de ella, su voz firme con preocupación:
—Es esa obsesión con Gerónimo que tienes. Olvídalo, es un hombre casado y viste lo fiera que es su esposa Cristal...
—No le tengo miedo a esa griega, pero... —Diletta se detuvo abruptamente, su mirada perdida hacia la puerta, como si esperara ver a Dante regresar—. No volveré a hacer quedar mal a Dante. No fue su culpa, Alonso, fue toda mía.
Alonso y Nectáreo intercambiaron miradas, ambos sorprendidos ante la confesión de Diletta. La mujer que conocían siempre había sido fuerte, decidida y poco dada a admitir sus errores tan abiertamente. Fue entonces cuando Alonso, girándose hacia Nectáreo, reveló lo que había escuchado en el mercado:
—Fue Concetta con ayuda de Livia quien secuestró a Diletta para convertirla en el “Rubí”. No sé cómo ella conocía de