128. CONTINUACIÓN

CELIA:

Su figura se erigía firme y expectante, como un centinela que aguarda el regreso de lo más preciado. La tensión en su rostro se disipó al encontrarse con mi mirada, y pude percibir cómo la preocupación daba paso al alivio. Al detenerse el vehículo y antes de que pudiera dar un paso fuera, Alonso se acercó con pasos decididos, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera quebrar la frágil burbuja de seguridad que me rodeaba.

Su mirada, intensa y penetrante, buscaba en la mía alguna señal de que estaba bien, mientras sus manos se extendían hacia mí con ternura.

—Amor, ya estás a salvo —dijo cuando la puerta del vehículo se abrió y, por un momento, el tiempo pareció detenerse. —Disculpa por no estar a tu lado.

Descendí lentamente, sintiendo que mis piernas no me sostenían. Cuando finalmente nuestros espacios se fusionaron, el abrazo de Alonso me envolvió con una fuerza que parecía querer borrar todo rastro del terror vivido.

—¿Dónde estabas? —le pregunté, aún en
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