Los cuatro permanecieron en el suelo durante largos minutos, simplemente respirando. Cada inhalación era dolorosa pero también preciosa. Estaban vivos. Contra toda probabilidad, estaban vivos.
Dante fue el primero en intentar levantarse. Sus piernas temblaban y casi colapsó inmediatamente, pero Aria lo atrapó, sosteniéndose mutuamente.
—Despacio— Luna advirtió, aunque ella misma apenas podía mantenerse de pie. —Nuestros cuerpos pasaron por un trauma extremo.
—¿Puedes sanar...? —Dante comenzó.
—Eventualmente— Luna respondió. —Pero mi poder está... diferente ahora. Más débil. Tomará días, no horas.
Zara cerró sus ojos, evaluando mágicamente. Cuando los abrió, había confirmación sombría en su expresión. —El Corazón de Luna se fragmentó nuevamente durante el sello. Cuatro pedazos, uno en cada uno de nosotros. Pero esta vez está inaccesible, dormido. Todavía nos da poder mayor que los lobos normales, pero...
—Pero ya no somos semidioses— Aria completó. —Solo... excepcionales.
—¿Es permanen