La esperanza era hermosa, pero la realidad era dura.
Tres semanas después del sellado de Sombrael, Dante despertó una mañana sintiendo algo extraño. Se miró las manos y notó que le temblaban ligeramente. No de miedo sino de debilidad fundamental.
Luna lo notó inmediatamente. —¿Qué pasa?
—No estoy seguro— Dante admitió. —Me siento... apagado. Como si algo esencial estuviera faltando.
Zara los llamó a todos esa tarde para verificación mágica completa. Lo que descubrió confirmó lo que todos habían temido pero esperado evitar.
—El ritual de sellado no solo redujo sus poderes temporalmente —Zara explicó, sus ojos multicolores serios. —Consumió permanentemente gran parte de su esencia vital. Sus poderes nunca regresarán a lo que fueron.
—¿Qué tan reducidos? —Aria preguntó directamente.
Zara hizo una pausa antes de responder. —Aproximadamente a una décima parte de lo que tenían en su apogeo. Todavía son más fuertes que lobos normales, pero...
—Pero ya no somos los seres casi divinos que éram