Capítulo 25: Ira y Silencio

El amanecer apenas despuntaba sobre los torreones de Lobrenhart cuando Aldrik lanzó una copa de vino contra la pared de piedra. Los cristales tintados de rojo se esparcieron como gotas de sangre bajo sus pies. Elaria permanecía de pie a unos metros, sin atreverse a moverse ni a hablar. Su silencio era su único escudo.

—¡Estúpido lobo enamorado! —gruñó Aldrik con rabia, golpeando con el puño cerrado la mesa de mármol oscuro—. ¡Ya volvió con esa puta marcada por el fuego!

Elaria bajó la mirada, aunque una chispa de frustración brillaba en sus ojos.

—Te advertí que era vulnerable, pero no débil —se atrevió a decir.

—¡No necesito tus excusas! —espetó él, girando sobre sus talones.

Caminó de un lado a otro de la estancia como una fiera enjaulada. La voz de su conciencia, antigua y burlona, se filtró en su mente como un eco indeseado.

¿Acaso no fuiste tú también un lobo doblegado por una hembra? ¿O ya olvidaste a Marien?

El pensamiento lo hizo fruncir el ceño. Recordó el aroma de Marien, su
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