El sol estaba descendiendo en el horizonte cuando Darien decidió ir solo a recibir la caravana que traía el cuerpo de Joldar. Los ecos de la tristeza y la rabia aún retumbaban en su pecho, pero había algo en él que le impedía mostrar más debilidad. La manada necesitaba verlo fuerte, implacable. No podía permitir que su vínculo con Aeryn, o su amor por ella, fuera su perdición.Aeryn había querido acompañarlo, pero él se lo impidió. Necesitaba que ella permaneciera en la Torre, para mantener la fachada de castigo que Aldrik aún esperaba. La tensión entre ellos aumentaba cada vez más. Ella rugió con furia, su frustración llenando el aire, pero al final, obedeció.Aeryn sabía que Darien la estaba observando desde lo alto, en la torre. A pesar de su enojo, algo en su interior la mantenía allí, quieta, esperando el regreso de Darien, aunque su corazón ardía por dentro. No le gustaba estar aislada, pero más le dolía ver la frialdad con la que él la trataba. Cada día que pasaba, sentía cómo
El aire en la fortaleza se había vuelto más pesado en las últimas horas, como si el destino mismo hubiera comenzado a filtrarse por cada grieta de Lobrenhart. Nerysa, quien hasta entonces había estado tan segura de la fortaleza de su familia y la estabilidad de la manada, ahora sentía una presión insoportable en su pecho, un presagio que la había estado atormentando durante todo el día.Se encontraba en el jardín de los Alfas, el lugar donde tantas veces había compartido momentos de paz con Joldar, donde las palabras eran sinceras y las promesas, eternas. Pero hoy, el sol parecía haber perdido su calidez. Todo estaba sombrío.Fue Cael quien apareció, su rostro pálido y su mirada más seria que nunca, lo que hizo que el corazón de Nerysa se encogiera. La preocupación en sus ojos era un reflejo de algo mucho peor. —Nerysa... —su voz se cortó, pero la tristeza en su tono era inconfundible.Ella lo miró, sin comprender al principio, pero algo en su interior ya le decía lo que temía. Podía
La fortaleza de Lobrenhart estaba sumida en un silencio solemne, un aire pesado que parecía aplastar a todos los presentes. El cuerpo de Joldar, el Alfa, había llegado a la fortaleza, y con él, la manada entera se reunía para rendirle homenaje. Las altas torres que alguna vez resonaron con las celebraciones de poder, ahora se sentían calladas, como si el mismo viento tuviera respeto por el sacrificio de un líder.Darien caminaba al frente de la procesión, su rostro impasible, pero sus ojos reflejaban la tormenta interna que lo consumía. El lamento de la manada estaba contenido en cada respiración, pero Darien, como Alfa, debía mantener la compostura. La visión de su padre, el hombre que una vez lo guió, ahora yaciendo en silencio, se sentía como una condena.Los guerreros marchaban en silencio, siguiendo el ataúd cubierto con una capa dorada, mientras los demás miembros de la manada se alineaban, esperando su turno para rendir respeto. El aire estaba impregnado de la fragancia de los
Cuatro días habían pasado desde el funeral de Joldar. Cuatro días en los que Darien había sido consumido por las reuniones interminables del consejo, las decisiones que debían tomarse para asegurar su futuro como Alfa, y las miradas calculadoras de los miembros de la manada que lo observaban a cada paso. El peso de la responsabilidad era aplastante, pero lo que más lo atormentaba no era la sucesión, sino la soledad que lo acompañaba en cada momento.Por fin, la oportunidad llegó. Nadie lo vio salir de las salas del consejo, y ningún miembro de la manada sospechó que había dejado sus deberes para finalmente ir a la Torre. La máscara que había usado frente a todos durante días, esa cara impasible de Alfa que debía ser fuerte y calculador, se desmoronó tan pronto como vio la puerta de la Torre cerrarse tras él.Aeryn estaba allí, detrás de esas paredes que la mantenían alejada de él. La torre, fría y silenciosa, había sido su prisión, pero también el lugar donde ambos, en secreto, podían
Al amanecer cuando ya sabian que su burbuja de amor debia de estallar, el silencio de la habitación se llenó de una tensión renovada cuando Darien, aun acostado sobre las sábanas, giró su rostro hacia Aeryn. La oscuridad de la noche iba desapareciendo, y la luz tenue del sol hacia su entrada, proyectando sombras que danzaban sobre las paredes. Darien había estado pensativo durante un momento, su mente a mil por hora, procesando todo lo que sucedía alrededor de ellos.Aeryn, sin apartar la vista de él, intuyó que las preguntas aún pesaban sobre su corazón, aunque el cansancio parecía dominarla. Había tenido una sensación de alivio cuando estuvo cerca de él, pero sabía que las decisiones más difíciles aún estaban por venir.—En tres días será mi ritual —dijo Darien finalmente, su tono grave pero no sin un dejo de determinación. Sabía que la coronación era inminente, y aunque su corazón aún no estaba completamente preparado, el deber no podía esperar. —El consejo ya ha dado su visto buen
El salón del consejo estaba impregnado de una tensión palpable, como si cada palabra que se dijera pudiera desatar una tormenta. Aldrik, sentado en su asiento elevado, observaba en silencio a los miembros del consejo. Algunos mantenían la mirada firme, otros intercambiaban susurrantes miradas de duda, pero todos estaban pendientes del mismo asunto: el futuro de la manada, y con ello, el nombramiento de Aeryn como Luna de Lobrenhart.Aldrik sabía que el vínculo destinado entre Darien y Aeryn no era solo un asunto de amor. Había algo más profundo y peligroso en ese vínculo, algo que aún no comprendían completamente. Y lo más grave: Aeryn pertenecía al linaje Ignarossa, el mismo que él había intentado extinguir hace más de dos décadas. Su existencia representaba no solo una amenaza política, sino también una verdad enterrada que no debía salir a la luz .Sabía que no podía romper el vínculo directamente. Solo uno de los dos podía repudiarlo, y hasta ahora, Aeryn había resistido cada prov
Aeryn despertó con el cuerpo enredado entre las sábanas de lino oscuro, sola. Un leve dolor delicioso se expandía desde sus caderas hasta los muslos, recordándole de forma vívida la manera en que Darien la había reclamado la noche anterior. Su piel aún parecía arder con el eco de sus caricias, sus manos firmes sujetándola mientras la llevaba al borde una y otra vez. Había algo salvaje en cómo la besó en la última embestida, murmurando su nombre como una plegaria y llenándola con su esencia cálida y profunda.Cerró los ojos un segundo más, y un flash de la noche la estremeció: Darien jadeando contra su cuello, sus colmillos rozando la curva de su clavícula, justo antes de penetrarla con fuerza y un gruñido posesivo.—Eres mía… Luna mía —le había dicho, y ella, rendida, solo pudo aferrarse a su espalda mientras el placer la desbordaba.Al incorporarse, el frescor del amanecer le acarició la piel. Notó una hoja de papel sobre la mesa del desayuno. La tomó entre sus dedos aún tibios:“Me
La ceremonia comenzó con el acto de ascensión del nuevo Alfa. A medida que los ultimos rayos del sol bañaban la explanada sagrada de Lobrenhart, los ancianos formaron un círculo cerrado alrededor de Darien. Portaban cálices con agua de luna y polvo de ceniza ancestral, símbolos de purificación y renacimiento.Uno a uno, los consejeros pronunciaron los nombres de los antiguos Alfas que habían liderado la manada antes que él, y colocaron sobre sus hombros la capa de mando, tejida con hilos de luna y cuero de lobo negro. Luego, el anciano Lhoran, el más antiguo entre ellos, tomó la corona de obsidiana forjada por los fuegos del monte Varekh y la colocó sobre la frente de Darien.—Hoy, ante la Luna y el legado de nuestros ancestros, proclamamos a Darien Lobrenhart, hijo de Joldar, como Alfa legítimo de Lobrenhart —declaró con voz firme.Los tambores retumbaron con fuerza. Un aullido se elevó entre la manada, una señal de reconocimiento, de aceptación.Darien se arrodilló brevemente, cerra