Aeryn El olor de Darien todavía impregnaba las sábanas. Me envolvía como una manta invisible mientras me desperezaba en la cama, desnuda, con los músculos aún sensibles y un calor palpitante latiendo en mi clavícula donde me había marcado. Cerré los ojos y volvió a mí el recuerdo de su cuerpo sobre el mío, de su voz ronca diciéndome que era suya, de la forma en que nuestras almas se fundieron bajo la luna. No me había dejado una nota ni una palabra al despertar, pero sabía que volvería. Podía sentirlo. El vínculo era demasiado fuerte, como un lazo ardiente que tiraba de mí incluso cuando no lo veía. Me senté al borde de la cama, envuelta en la manta, y respiré hondo. Afuera, la ciudadela sonaba distinta. Voces, pasos apresurados, ruidos de movimiento constante. Había algo en el ambiente: agitación, expectativa, una especie de alegría caótica. Exploré la cabaña y en la cocina comí algo, estaba hambrienta después de esa maravillosa noche. Me di una ducha, su baño era hermoso; no puedo
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