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¡Me rechazaron! Yo conseguí el mejor

¡Me rechazaron! Yo conseguí el mejorES

Cuento corto · Cuentos Cortos
Liora  Completo
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Resumen
Índice

Yo era la única heredera del Rey Alfa del Norte, pero era una simple omega. Todo el norte aguardaba el día de mi despertar, esperando ver si por fin surgía en mí la sangre Alfa digna del trono. Pero el resultado fue el mismo: seguía siendo una simple omega de rango inferior. Entonces, declararon que los verdaderos herederos eran los tres Alfas del Pacto que mi padre había adoptado de las manadas. Quien lograra marcarme, dominaría todas las manadas del Norte. Pero esos tres nunca me quisieron de verdad. Mi obsesión siempre había sido Quinto. Cuando era niña, me había desmayado en la nieve y había sido él quien me cargó de regreso a la manada. Intenté acercarme una y otra vez, pero solo recibí su mirada llena de desdén. Creí que era frío por naturaleza. Hasta que, durante el Festival de la Diosa de la Luna, lo vi arrodillado ante Silvia —la hija de la mano derecha de mi padre—, jurándole con una ternura que nunca me dedicó: —Me casaré con Evelina solo por lealtad al Rey Alfa. Cuando tenga el trono, tú serás mi luna. Si ella no te lastima, incluso le daré tierras para que viva en paz. Tú eres mi verdadera compañera. En vísperas del rito de marca, mi padre me preguntó a quién elegiría. Recordé cómo los tres esquivaban mi mirada y, con una sonrisa fría, respondí: —Soy la heredera legítima. Mi compañero debe traer el mayor beneficio a las manadas. Elijo a Héctor, el Alfa de la manada Sangre y Fuego. El aire se volvió gélido. —¿Héctor? —preguntó mi padre, frunciendo el ceño—. ¿Estás segura? Todas sus compañeras murieron misteriosamente. Su lobo es tan violento que nadie se atreve a acercársele. ¿De verdad quieres unirte a él?

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Capítulo 1

Capítulo 1

—Como la única hija del Rey Alfa del Norte, debo elegir al más fuerte: el líder de la manada Sangre y Fuego —dije con voz tranquila pero firme.

—Te entiendo, pero dime, ¿acaso ninguno de los tres Alfas del Pacto despierta tu interés? —me preguntó mi padre, con expresión grave.

Mi padre había amado profundamente a mi madre, quien había muerto tras un ataque enemigo cuando yo nací, y jamás había aceptado tomar otra compañera. Sin embargo, tampoco podía confiar el Norte a una hija Omega, cuyo espíritu lobuno nunca había despertado.

Por esto, siguiendo el consejo de su mano de derecha, había seleccionado a tres cachorros Alfa de sangre pura —huérfanos de otra manada— como mis compañeros Alfas del Pacto. Incluso, había decretado que quien me marcara gobernaría junto a mí.

Me amaba mucho, pero no creía que una simple Omega pudiera sostener el poder Alfa. Ambas cosas se contradecían.

—Basta con un elixir para apaciguar a su lobo cuando dormimos juntos, y así concebir a nuestro heredero —expliqué—. Es un Alfa excepcional, joven y rico, y su alianza fortalecerá la manada más que esos tres.

Tras un breve silencio, mi padre asintió con lentitud.

—Si ninguno ha conquistado tu corazón, no tienen lugar aquí.

Sabía que si mencionaba el rechazo de Quinto, él lo obligaría a arrodillarse. ¿Cómo osaba un hombre-lobo adoptado negarse a la princesa del Norte? Pero no quería usar la deuda de crianza para forzarlo, ni ataría a quien ya había entregado su corazón a otra.

Sus palabras a Silvia durante el Festival de la Diosa de la Luna habían congelado el mío.

La razón de la alianza de apareamiento era lo último decente que podía darle.

Al salir de la sala, la mirada gélida de mi padre rozó a Quinto.

Él inclinó la cabeza con falsa sumisión. Hasta que, cuando mi padre se alejó, me encaró:

—¿Qué le dijiste al Rey Alfa?

Sus ojos estaban repletos de frialdad y rechazo, como si yo acabara de cometer un error imperdonable.

Antes de que respondiera, Masón soltó una risa burlona.

—¿Otra vez con tus trucos? Seguro es porque no la consentimos como una princesa mimada.

—Evelina, eres solo una Omega —añadió Caín con voz venenosa—. ¿De verdad crees que el dinero y las órdenes harán que los hombres-lobo del Norte se arrodillen ante tu trono?

Los tres formaban un muro de odio, escupiendo veneno con cada palabra.

—Si nunca pensaron en el contrato de pareja conmigo ¿por qué no se lo dijeron claramente a mi padre?
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