Mundo ficciónIniciar sesiónDos personas que se conocen en un avión y la tensión se siente entre ellos de inmediato. Ambos con el corazón roto, ambos traicionados y utilizados. Ambos buscando un escape al dolor. ¿Que puede salir mal?
Leer másHoras de ansiedad.
No quiero pensar que estoy soltera otra vez.
Un mes. Solo un mes desde que todo se fue al carajo con Chris.
Lanai…
Crecer en Lanai fue hermoso, pero también asfixiante.
No soy frívola. Solo sé lo que quiero.
Mi plan es claro: remodelar la casa de mi madre y construir el hostal con el que he soñado desde la universidad. Lanai está llena de turistas, ¿por qué no convertir mi hogar en algo más?
Ahora estoy aquí, en un avión rumbo a Hawái, sin anillo, sin novio y con demasiadas horas por delante para pensar en lo que perdí.
Yo tampoco.
—Odio los vuelos largos —dice una voz a mi lado, masculina, firme—. Más aún cuando me toca junto a una completa extraña.
Suspiro. Justo lo que necesitaba.
—Y aun diciéndome tu nombre, seguirás siendo un completo extraño —respondo sin mirarlo.
—Marcus —se presenta, extendiendo una mano que no pienso estrechar.
—Alika. —Lo digo solo para que se calle.
Ojalá el piloto acelere. Quiero dormir, olvidar, o las dos cosas.
—¿Negocios o placer? —insiste.
—Ninguno. —Busco mis auriculares en la cartera—. Escapar.
—¿Escapar? —su tono se vuelve curioso—. Eso suena interesante.
—No lo es. Todos escapamos de algo. Solo que unos lo hacemos en silencio.
—¿Y tú de qué escapas?
—De los que hacen demasiadas preguntas. —me coloco los auriculares.
Él ríe, bajo, con esa confianza molesta de quien sabe que es guapo.
—Cuando estoy nervioso, hablo —dice—. Sobre todo si la mujer que tengo al lado parece a punto de desaparecer dentro de sí misma.
—Te ha funcionado antes ese cliché, Marcus?
—A veces. Pero contigo dudo que sirva.
—Correcto. Los auriculares sirven para no hablar durante el vuelo.
—Y para no escuchar lo que podrías querer oír.
—¿Eso crees?
—Eso sé. —sonríe—. A veces, una conversación puede ser mejor que cualquier playlist.
—Y a veces, lo mejor que puedes hacer es quedarte callado —le contesto sin quitarme los audífonos.
Pero hay algo en su tono que me obliga a levantar la vista.
Tiene los ojos más claros que he visto en mi vida.
—No puedes negar que hay curiosidad, Alika.
—No puedes negar que eres un pendejo.
Su sonrisa se ensancha.
El avión se sacude ligeramente. Afuera, solo oscuridad y cielo.
Un desconocido acaba de hacerme sonreír en medio del desastre.
La lluvia comenzó a caer poco después de que Chris se marchara.Las gotas golpeaban el techo de zinc de la casa de mi madre como si el cielo quisiera borrar lo que acababa de pasar.Ella dormía ya, cansada, feliz en su ignorancia.Yo, en cambio, me sentía despierta de una manera extraña.El vino, la cena, la conversación forzada… todo me había dejado un nudo en el estómago.Cada palabra de Chris resonaba en mi cabeza como un eco molesto: “no lastimes a tu madre”, “podemos empezar de nuevo”.No.Ya no.Me asomé por la ventana.El jardín brillaba bajo la lluvia, y el olor a tierra mojada llenaba el aire.Necesitaba salir. Respirar.Tomé una chaqueta ligera y salí en silencio.El camino hacia la playa estaba oscuro, pero conocía cada piedra, cada árbol.Crecí caminando esos senderos descalza, sin miedo.Esa noche, sin embargo, algo se sentía distinto.El viento traía un rumor metálico, como si la isla susurrara algo que yo no entendía.Llegué a la orilla.El mar estaba inquieto, golpeand
El olor a curry y jengibre me recibió antes de cruzar la puerta. La casa de mi madre seguía oliendo igual que cuando era niña: a comida recién hecha, a flores frescas y a ese tipo de amor que asfixia sin querer.—¡Alika! —gritó mi madre desde la cocina. La vi aparecer con el delantal floreado, los rizos despeinados y la sonrisa más amplia del mundo. Me abrazó sin dejarme respirar.—Pensé que el vuelo se había retrasado. Chris llegó hace rato, el pobre. —dijo, apartándose apenas para mirarme—. Mírate, estás preciosa. Ese vestido blanco te queda perfecto, hija.Sonreí, fingiendo tranquilidad. —Gracias, mamá. —Ven, ven, están los aperitivos listos. El vino está enfriando. ¡Ah! y tu tía trajo ese postre que te gusta tanto.Su voz era una melodía que dolía. No podía decirle todavía. No podía romperle la ilusión cuando estaba tan feliz.Entré al comedor. Las luces cálidas, las velas encendidas, la mesa impecable. Y ahí estaba él.Chris. De pie junto a la ventana, camisa blanca, son
El sol entraba por la ventana abierta del pequeño hostal frente al mar. No recordaba exactamente cómo habíamos llegado hasta allí. Solo los fragmentos: la carretera, el sonido de las olas, su risa cuando me quité los zapatos, mis manos temblando mientras abría la puerta. Y después… silencio. El tipo de silencio que llega cuando el deseo ya no necesita palabras.El aire olía a sal y a café recién hecho. El murmullo del océano entraba mezclado con el canto de las aves. Marcus dormía a mi lado, medio cubierto por la sábana blanca, el brazo extendido sobre la almohada donde antes había estado mi cabeza. Tenía el rostro tranquilo, casi joven, sin esa ironía constante en los labios.Lo observé unos segundos. Era raro verlo así, sin defensas, sin la coraza de hombre seguro. Solo un cuerpo cansado y un corazón latiendo cerca del mío.Me giré lentamente, buscando no despertarlo. El movimiento hizo que la sábana se deslizara por mi piel, y recordé la noche anterior. El calor, el peso
Perfecto 💛 Aquí tienes el Capítulo 5 de Los secretos del señor Willer, con una extensión de alrededor de 1200 palabras, tono sensual, emocional y elegante —sin caer en lo explícito—, mostrando que la decisión de Alika surge del deseo, pero también de una necesidad profunda de sentirse viva y libre otra vez. Este capítulo cierra el primer arco del encuentro entre ambos y marca un antes y un después en la historia.🌺 Los secretos del señor WillerCapítulo 5 — DecisionesEl reloj del bar marcaba casi las ocho. Mi madre, seguramente, ya tendría la mesa servida, el vino abierto y las copas alineadas. Y yo, en lugar de ir a casa, estaba sentada frente a un hombre que apenas conocía.Marcus giraba el vaso entre los dedos, observándome con esa calma que empezaba a inquietarme más que su sonrisa. Había algo en su manera de mirar que no era simple interés. Era estudio. Como si intentara entenderme sin tocarme. Como si esperara que yo diera el primer paso.—No deberías beber más —dijo al
El sonido del cinturón al desabrocharse me pareció más fuerte de lo normal. El avión había tocado tierra, pero mi cuerpo todavía estaba suspendido entre el sueño y la conciencia. Marcus seguía a mi lado, tranquilo, revisando algo en su teléfono como si no hubiera pasado nada.Yo, en cambio, no podía dejar de pensar en todo lo que sí había pasado. En su voz. En su mirada. En el roce de sus dedos sobre mi piel. Nada de eso debería haberme afectado tanto, pero lo hizo.Me puse de pie con cuidado, buscando mi bolso en el compartimento superior. Él se levantó también y, sin decir palabra, me ayudó a bajarlo. Nuestros brazos se rozaron apenas, y esa chispa inútil volvió a encenderse.—Gracias —murmuré, sin mirarlo. —De nada. —Su tono fue tranquilo, casi neutro, pero noté la sonrisa contenida.Nos separamos en la fila de salida. Cada quien siguiendo su camino. O eso quise creer.El aire húmedo del aeropuerto de Honolulu me golpeó apenas crucé la puerta. Después de diez horas de en
El silencio entre nosotros se volvió tan espeso que podía oír mi propio corazón. No sé si fue el Bourbon o sus palabras, pero algo dentro de mí comenzó a descomponerse, como si cada defensa que había levantado empezara a tambalear.—No tienes idea de lo que estás provocando, Alika.Abro los ojos y lo miro. No parece estar bromeando. Su expresión es tranquila, pero sus ojos me estudian con una intensidad que me quema.—Solo estoy sentada —digo, fingiendo indiferencia. —Y aun así me tienes al borde del colapso.Muevo la cabeza, negando, pero mis labios se curvan apenas. No debería gustarme. No debería sentirme halagada por un hombre que acabo de conocer. Pero algo en su tono me hace sentir viva otra vez, y eso, maldita sea, me asusta.El avión sigue su rumbo sobre el océano. Las luces bajas bañan la cabina con un tono ámbar. Todos duermen. Solo nosotros seguimos despiertos, atrapados en una burbuja que no parece real.—¿Por qué sigues hablando conmigo, Marcus? —pregunto al fin.
Último capítulo