Sofía tiene un reloj en su contra. Su padre necesita una cirugía, y ella, una mujer clase media, solo puede recurrir a una persona de la que todos pueden hablar en lugar. La rosa negra es una mujer que todos saben se desenvuelve en el mundo oscuro de la trata de personas, pero ahora Sofia no tiene cordura para pensar en las consecuencias, ella necesita el dinero, y hará lo que esté a su alcance, para obtenerlo. Endeudada y sin esperanza, a Sofia se le exige que pague su deuda casándose con un hombre rico, viejo y sobre todo abusivo, que la quiere como trofeo, y antes de que llegue al altar como parte de su pago, ella decide hacer solo una cosa; escapar… Su huida no solo es peligrosa, esta se vuelve impetuosa, y extremadamente atrayente cuando se topa con Gael Koch, un magnate reconocido en México que se vuelve su única opción. ¿Podrá Sofía confiar en él para salvar su vida? ¿O será que Gael tiene un plan aún más retorcido en mente?
Leer másSofía.
—Lo siento… él necesita esta cirugía con urgencia, pero no podemos hacer nada para ayudarla… su seguro gratuito, no cubre la cirugía… —mi boca tembló mientras el calor arropó mi pecho.
Sentía un pánico enorme dentro de mí, sin saber qué hacer.
—Por favor… se lo suplico… no sé qué hacer… ¡Dígame que hacer! No puedo… no puedo simplemente dejar morir a mi papá…
El doctor, delante de mí, apretó la mandíbula, e hice lo que tenía que hacer.
Me arrodillé.
—Haré cualquier cosa… lo que sea…
Él se angustió mucho y negó tratando de ayudarme a levantarme del suelo.
—Esto no es necesario, señorita Martínez… yo no tengo cómo ayudarla, solo soy el médico que puede operar a su padre, pero no está en mis manos diligenciar dicha operación. Por favor, entienda…
Las lágrimas cayeron por mis mejillas. Me temblaba el cuerpo, y sentía que en cualquier momento podía desmayarme.
La vida no podía ser tan hija de put@.
Mi madre había muerto de cáncer de mama hace dos años, y el único hermano que tenía, había pasado la frontera de México hacia Estado Unidos ilegalmente, y esto fue excusa para que se desapareciera de nuestras vidas, a pesar de que sabíamos que estaba bien.
Y era una pérdida de tiempo tratar de contactarlo. Él nunca se había llevado bien con mi padre, así que me tocaba hacerle sola.
Sentí cómo el médico escapó de mis manos, mientras mis sollozos se profundizaron. Las puntadas en mi estómago me recordaron como tenía días sin probar una comida decente, porque desde el día en que papá se desmayó, hoy había pasado una semana.
Ya ni siquiera sabía si tenía trabajo, había faltado todos estos días, pero era imposible que pudiera despegarme de papá.
Ni yo ni mi padre teníamos seguridad social, y la gratuita con la que contábamos, no cubría estas cirugías.
Papá tenía un marcapasos en el corazón, debía ser removido, y sustituido por otro prontamente.
—Dios mío… ¿Qué voy a hacer? —todas las personas a mi alrededor podían escuchar mis sollozos, me giré en todas las direcciones con miles de ojos puestos en mí, mientras mis sentidos se agudizaban.
Era como si todo estuviera perdiendo el sentido. Como si estuviera dejándome vencer.
Hasta que una mano, se posicionó en mi hombro.
Me giré de inmediato para ver a una mujer un poco misteriosa delante de mí. Mi ceño se frunció un poco porque creía haber visto su rostro en alguna parte.
—Hola… ¿Podemos hablar en privado?
Negué rápidamente.
—No puedo… mi papá…
—todo el mundo se enteró de que tu padre está enfermo, y es precisamente de lo que hablaremos… vamos… sube conmigo al auto allá afuera…
Limpié mi rostro, pero no me moví.
—Señora… yo…
—Tengo en mis manos el poder de hacer que esa cirugía sea posible… —y eso fue todo para que ella llamara mi atención.
Mis pies la siguieron rápidamente, y noté como había hombres que se movieron cuando salimos del hospital general Xoco.
Entré con ella en un auto lujoso, y el aire acondicionado me estremeció.
—¿Cómo te llamas? —la mujer preguntó, aún estaba hipando, pero me las arreglé.
—Sofía Martínez…
—¿Y cuántos años tienes? —sus preguntas eran algo extrañas, pero su mirada, me escaneaba en cada segundo.
—23… —apenas lo susurré.
Hubo un silencio corto, y luego la escuché decir.
—Escuché que le dijiste al médico que harías cualquier cosa para que operaran a tu padre…
Asentí de inmediato, pero ella preguntó de nuevo.
—¿Qué tan cierto es…?
—Haría cualquier cosa… —mi mentón se alzó hacia ella.
En este punto, no me importaba nada más que salvar la vida de la única persona con la que contaba.
—Incluso… ¿Algo que estuviera en contra de lo que deseas?
Mi agitación se disparó, pero en este momento, ya nada me importaba.
—Señora… —el nudo se formó en mi garganta—. Mi papá se está muriendo, y no sé si eso significa para usted lo mismo que para mí, pero ahora mismo, es lo único que importa para mí…
Su mirada negra se quedó en mí por varios segundos, y luego me extendió la mano, que observé con extrañeza.
—Soy Rosa negra, Sofía… —mi cuerpo se estremeció al instante.
Todos en ciudad de México, sabían quién era ella, y el mundo en el que se desenvolvía.
Incluso en mi barrio, muchas chicas habían logrado entrar en su red. Algunas se iban de México, pero otras, literalmente, desaparecían.
Ahora lo podía entender, el hospital era un punto clave para que ella pudiera encontrar gente necesitada. Porque Rosa negra, era literalmente la cara de la trata de personas aquí mi país.
Abrí mi boca para decir algo, pero luego la cirugía de mi padre retumbó en mis sentidos. Sin embargo, ante mi duda, ella se adelantó:
—Si estás dispuesta hacer el trabajo, yo pagaré todo lo que tu padre necesite…
Yo me quedé mirando sus ojos, y aunque ni siquiera entendía qué debía hacer, asentí rápidamente.
Mi papá debía ser operado ahora mismo… las consecuencias, después lidiaría con ellas…
—¿Qué debo hacer? —esta fue mi pregunta directa, como si a la vez le confirmara.
—Tengo un cliente millonario… él quiere una chica como tú… una chica que se vea decente, y quiere casarse con ella, de inmediato…
Sentí cómo un vacío, recorrió mi estómago, y el pánico me envolvió entera.
—¿Casarse?
—No daré explicaciones… solo te diré que además de cubrir la cirugía, te daré dinero… y como vez, no sufrirás por lo mismo, nunca más en tu vida…
La agitación fue demasiado para mí, pero ¿qué podía hacer?
No había una solución en esta vida para mí, y aquí no estábamos probando suerte, se trataba de la única vida que me importaba.
—Se acaba el tiempo Sofía… —ella miró su reloj—. Espero tu respuesta en… dos minutos más… ¿Aceptas, o lo dejas? Incluso si aceptas ahora mismo, tu padre entrará al quirófano en menos de una hora.
Mi saliva se volvió espesa, y vi cómo ella extendió una mano para mí.
Sentí como el calor de las lágrimas mojaban mis mejillas, y comprimí mi boca cuando el nudo en la garganta se hizo intenso.
Mi mano casi gritó de rechazo cuando se la extendí hacia ella, y cuando sus dedos arroparon los míos, pude notar que mientras yo lloraba, ella sonreía…
Gael.—¡Papá! ¡Papá! —Fruncí mi ceño y miré la cámara.—Espera, es Ian… —le dije a Cristian en la videollamada, y luego puse la cámara para que lo observara.—Dime, hijo… estoy en una llamada con tu tío… ¿Quieres saludarlo?Ian tenía cara de preocupado cuando se frenó.—Hola, tío… —saludó con su manita—. Papá… mamá hizo un reguero de agua allá afuera y me pidió que te avisara cuanto antes…—¿Un reguero de agua?—Si… —Ian se mordió el dedo—. Salió de sus piernas…Literalmente boté el celular de mis manos y corrí.Cuando llegué a la sala, Sofía tenía lágrimas en los ojos, y las piernas separadas.—Creo que… —el corazón me latió con fuerza, y la mujer que ahora nos estaba ayudando, que tenía unos cuarenta y cinco años, se apresuró a llegar.—Cuida a Ian…—Yo quiero ir con mamá…—Ian… —lo miré—. Mamá necesita ayuda, tu hermana está por nacer…—Pero yo tengo que ir…—Cariño… no puedo… —Sofí se estremeció y yo iba de aquí para allá sin saber qué hacer.Casi corrimos para los autos, y yo mis
Sofía.Sí, estaba tan sorprendida como todos los que conocen a Cristian, y cuando él se sentó en la sala, y le tomó la mano a Lucia y entrelazó sus dedos con ella, Gael y yo nos miramos, con una O muy grande en la boca.—Queremos casarnos… —quería decir muchas cosas, pero nada salía de mi garganta, y solo pensé, ¿en qué momento?Pero había una respuesta, era evidente que estaba ocupada en mi mundo en todo este tiempo y no había podido notar su romance, además, Ian siempre había sido la flecha de estos dos.—Yo… estoy impactada… —miré a Lucia, sus mejillas estaban rojas, y bajó la mirada—. Estoy muy feliz por ti… él sería demasiado ciego si no hubiese visto que eres la más hermosa de todas, y una chica maravillosa…Mis ojos se nublaron cuando a Lucia se le bajaron las lágrimas, y dejando la mano de Cristian, vino a darme un abrazo fuerte.—Nunca voy a dejarte, eres como mi familia… —la despegué de mi lado, y la tomé de las mejillas.—No, tú eres nuestra familia, eres la tía Luci de Ian
Sofía.Quería decir que todo fue muy feliz y que los días eran bellísimos, y sí, pero no podía negar que la vida real no era color de rosa.Aunque habíamos dejado atrás la pesadilla de nuestro pasado en México y estábamos disfrutando de nuestra nueva vida en Estados Unidos, no todo fue un camino de rosas. La realidad de adaptarse a un nuevo país, criar a un bebé demandante y estudiar mercadeo al mismo tiempo resultó ser un desafío abrumador.La maternidad me había transformado de muchas maneras, pero también me había dejado exhausta. Ian demandaba mi pecho cada veinte minutos, lo que me dejaba con pocas horas de sueño. Aunque Lucia estaba siempre ahí para ayudarme, no podía evitar sentirme agotada tanto física como emocionalmente.Comencé a estudiar mercadeo cuando Ian cumplió cuatro meses. A pesar de las dificultades, estaba decidida a continuar mi educación y aprender más sobre el mundo empresarial en el que Gael se desenvolvía con éxito. Aunque me encantaba formar parte de su grupo
Sofía. Nuestros días en Cancún transcurrieron entre la suave brisa del mar y el cálido abrazo del sol. Era un respiro que necesitábamos desesperadamente después de las turbulencias que habíamos vivido. Cada amanecer nos recordaba que estábamos dejando atrás un oscuro capítulo de nuestras vidas y abrazando un nuevo comienzo. Y finalmente, luego de una semana completa y de las más preciosas que habíamos vivido, hicimos algunas maletas, que estaban en la sala cuando Gael entró. —¿Listos? —Lucia se levantó de inmediato, y me preguntó: —Quiere que lo lleve… —negué varias veces. Estaba adoptando un instinto en mí. Estaba cansada de la espalda, de las horas de dar pecho, pero no quería que nadie cargara a Ian. Y no sé si estaba loca o qué, pero sentí que necesitaba tenerlo todo el tiempo a la vista. Tal vez las cosas que habían pasado me hacían sentir insegura, pero también amaba su olor, y su tacto, era la cosa más maravillosa de todas. —No… yo lo llevaré, no te preocupes… —Lucia asint
Gael. El humo se disipaba lentamente en el horizonte, dejando en su lugar las cenizas de lo que había sido nuestra antigua vida. A medida que el helicóptero se alejaba de la destrucción, sentí una mezcla de alivio y vacío. Habíamos logrado vencer a todos los que no titilaron en destruirnos, y a pesar de todo y a un muy alto costo, todo se había reducido a las cenizas. El viaje en helicóptero fue silencioso. Todos estábamos agotados física y emocionalmente. Las palabras no eran necesarias en ese momento, nuestras miradas lo decían todo. Estábamos juntos, a salvo y eso era lo más importante. Finalmente, aterrizamos en nuestro refugio temporal y fuimos recibidos por el equipo de seguridad que nos esperaba. Sofía y yo nos instalamos en una habitación amplia, y Lucia se fue a otra que estaba más apartada, mientras unos médicos venían a tratar nuestras heridas. Estaba un poco preocupado por mi hermano, y también por Ian, que no dejaba de llorar. —Está aturdido… enviaremos varios medicam
Gael.La explosión resonó en mis oídos mientras me encontraba en lo que quedaba de la casa, rodeado de fuego y escombros. Había hecho todo lo que estaba a mi alcance para garantizar la seguridad de mi familia. Pero ahora, en medio del caos, me encontraba solo, tratando de abrirme paso hacia la salida.El humo y el polvo llenaban el aire, dificultando la respiración. Las llamas danzaban amenazadoras a mi alrededor, y los disparos aún se escuchaban en la distancia. Tenía un arma larga cuando me tiré al piso, y luego un hombre a mi lado, se quitó el pasamontañas.—Aquí estoy… —Cristian me miró, tenía rasguños en la cara y apreté mi mandíbula.—¿Cómo está allá afuera?—Es una batalla… Slim trajo un armamento y un equipo profesional, al igual que tú… los refuerzos están llegando, los rodearan, pero, aun así, son mucho…—Necesito llegar a él… —él frunció el ceño desaprobando la situación.—¿Te has vuelto loco?—Si… necesito asegurarme de que no podrá irse de aquí, cuando todos los explosivo
Último capítulo