Leonardo recostó la cabeza en la silla, pensó en su pequeño hijo, en el fondo sabía que lo que estaba haciendo era por su bien, aquello que había iniciado no terminaría hasta que él lo quisiera.
—Marcello, toma la delantera, no te detengas ante nada ni ante nadie, hemos venido a acabar con todo, no quiero rehenes, espero me entiendas —ordenó Leonardo con un tono de voz seco.
—¿Y su hermano? —preguntó.
—Él será mío, Mario recibirá el castigo de mí furia —respondió Leonardo.
Pocos minutos más tarde los autos se detuvieron con brusquedad, los hombres de Mario abrieron fuego ante la presencia de los enemigos.
Marcello y el resto del personal correspondieron abriendo fuego hacia sus alrededores, una terrible balacera se desató, Leonardo avanzaba sin tener miedo de morir.
Uno a uno fueron cayendo hasta que terminaron arrinconados, los poco que cuidaban protegían una pequeña choza, ante la orden de Leonardo, Marcello encabezaba aquel ataque sin detenerse.
Mientras tanto, Mario trataba de