Cuando Leonardo pensó que todo lo había perdido nuevamente había llegado todo para él, sus hijos estaban bajo el mismo techo, su esposa estaba con vida y había recuperado la memoria.
Luego de aquella lluvia de besos Elena tomó su mano y lo llevó hasta la habitación, Leonardo no podía creer lo afortunado que era.
Al ingresar Elena colocó seguro en la puerta, levantó los brazos y se colgó de su cuello, el torso descubierto de Leonardo hacía que ella encendiera la llama de la pasión.
—Te amo Leonardo —musitó fijando la mirada en la suya.
—No puedo creer que estés de regreso, con dolor me estaba preparando para dejarte ir y que fueras feliz, sin importar que estuvieras en otro lugar —Leonardo inclinó la cabeza y estrelló los labios contra los suyos.
—Nunca más me alejaré de ti, eres el motivo de mi felicidad, el único hombre que he amado y que amaré por siempre, gracias por nuestros hijos, gracias por brindarme el hogar que siempre soñé.
»Siento como si estuviera en un cuerpo que no es