Aliados en la sombra
La suite ejecutiva del Edison Royal, uno de los hoteles más exclusivos de Londres, flotaba en un silencio calculado, apenas roto por el tic-tac refinado de un reloj de péndulo empotrado en la pared de roble oscuro. Todo allí estaba diseñado para la discreción y el lujo: cortinas de terciopelo gris, paredes insonorizadas, una iluminación cálida que parecía suavizar incluso las intenciones más turbias.
Claudia caminaba descalza sobre la alfombra mullida, con la elegancia felina de quien controla no solo el espacio, sino también el destino de quienes lo pisan. Llevaba un conjunto de seda marfil que delineaba su figura con delicadeza calculada. Su cabello, recogido en un moño perfecto, apenas se movía cuando giraba. Pero sus ojos… sus ojos eran fuego detrás de una máscara de hielo.
En una mesa de mármol, servía dos copas de vino tinto de un Château Margaux 2000. No por el sabor. Por el mensaje.
Mateo Sterling la observaba desde un sillón de respaldo alto, con la espal