60. Marcas de labial
Un cabello rubio tan parecido al suyo, unos ojos azules aún más claros, una carita redonda, tierna, con mejillas sonrojadas... Medea no podía dejar de contemplar a la niña que jugaba en el suelo con su muñeca Rapunzel. Al ver su rostro por primera vez, se había llenado de tanto amor que incluso lloró.
Había prometido no encariñarse tanto con ella, pero ya era demasiado tarde. Sentía que Nayla era una parte de su corazón.
—¡Mami, mira! —Nayla se levantó del suelo con una gran sonrisa y le mostró su muñeca—. Le hice ropa nueva, ¿te gusta?
Asombrada, Medea tomó la muñeca. Nayla le había hecho un pequeño vestido que había pegado con pegamento.
—¿Lo hiciste tú? —preguntó, sorprendida.
—¡Sí! ¿Te gusta?
—Claro que sí, mi amor. Es muy bonito. No puedo creer que lo hicieras tú, tienes talento —le dijo, sentándola a su lado—. ¿Cómo lo hiciste?
—Recorté la tela a su medida, pero como papá no me deja usar hilo ni aguja, la pegué con pegamento.
Tenía que comentarle eso a Kaien en cuanto se dignara