98. Final

[...]

Medea dejó escapar un quejido al incorporarse del taburete. Estaba sola en casa ya que Nayla había salido con los abuelos al parque, Luna tenía una cita romántica con Salomón y Kaien había desaparecido desde la mañana rumbo a quién sabe dónde.

Como pudo, llegó hasta la nevera y sacó el cuenco de frutas con leche condensada que había guardado desde temprano para que se enfriara. Volvió al mesón con el tazón en la mano, pero permaneció de pie; aquella panza enorme le hacía imposible sentarse con comodidad. Sentía las costillas presionadas y la espalda baja ardiendo de dolor.

Se llevó un trozo de manzana a los labios mientras tachaba nombres descartados en la libreta que descansaba sobre el mesón.

Kaien y ella ya habían elegido cómo llamar a sus bebés, pero a Medea le emocionaba anotar más opciones. Era, por el momento, su única distracción, ya que su estricto esposo no le permitía hacer gran cosa.

«Apolo y Helios», pensó con una sonrisa al ver los nombres de sus mellizos enmarcad
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