61. Ella está muerta
El comportamiento de Medea dejó a Kaien pensativo durante un buen rato en su despacho. No podía quitarse de la cabeza esa expresión fría y recelosa que ella había tenido en el rostro. ¿Acaso no le había dicho que dejara de fingir que no había pasado nada entre los dos?
—Kaien —la voz de Mirka lo sacó de su ensimismamiento al entrar—. Tu esposa acaba de salir.
—¿Qué? —se incorporó de inmediato—. ¿A dónde fue?
—No lo sé, salió sin avisar.
Kaien recordó de inmediato que Medea había mencionado que vería al bastardo de su exesposo. ¿Por qué no quería decirle dónde se encontrarían? Si tan solo lo hubiera hecho, podría haberla seguido para dejar de sentir esa ansiedad. Estaba claro que algo no estaba bien, Medea parecía enojada con él.
—¿Rogelio fue con ella?
—Y también su guardaespaldas —respondió Mirka, apretando los labios hasta formar una delgada línea—. Se nota que está molesta por algo, ¿no? Se ve distante contigo. ¿Qué le hiciste?
—¿Qué iba a hacerle? Nada. Si anoche nosotros...
Se in