—¡Alicia! ¿Qué estás haciendo aquí?
Javier se incorporó de golpe, con la voz cargada de confusión y un dejo de alarma.
Sus ojos, todavía nublados por el despertar repentino, se posaron sobre la figura de Alicia, de pie junto a su cama, desnuda, cubierta por una sábana, sonriente… como si nada en el mundo estuviera fuera de lugar.
Ella ladeó la cabeza y sonrió, con una dulzura fingida que calaba hondo, como una espina disfrazada de flor.
—¿De verdad lo olvidaste, amor? No me digas eso… —hizo una pausa breve, lo justo para que el silencio lo golpeara con más fuerza—. Ayer tú y yo… —bajó la mirada, como si la invadiera la vergüenza— hicimos el amor.
Las palabras cayeron como cuchillas. Javier palideció. Instintivamente, se levantó las sábanas. Estaba completamente desnudo.
—No… no puede ser —murmuró, con la voz rota—. ¡No recuerdo nada!
Alicia dio un paso hacia él, con esa delicadeza medida que esconde intenciones.
Se sentó al borde de la cama y alargó la mano para tocarle el brazo.
—Est