Paula llegó a la mansión con el corazón latiendo más rápido de lo que podía controlar.
El ambiente elegante la envolvía, y mientras se unía a sus compañeras, sintió una mezcla de nervios y expectativa.
Las chicas estaban trabajando, y entre murmullos y risas, comentaban sobre el visitante inesperado.
—El señor Uresti está con otro caballero, bastante importante y muy atractivo —susurró una de ellas—. Es como una estrella de cine, ¡guapísimo! Tiene un porte elegante que no se ve todos los días.
Paula sonrió levemente, intentando no parecer interesada, pero su mente no pudo evitar imaginar aquel rostro perfecto, aquella presencia imponente que, según decían, podía detener cualquier conversación.
Sin embargo, sabía que debía concentrarse. No había tiempo para distracciones; el trabajo requería su total atención.
Pronto, el ama de llaves les indicó que debían dirigirse a la biblioteca y servir el vino a los invitados.
Paula acompañó a su compañera por los largos pasillos silenciosos.
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