—¡¿Qué?! ¿Un hijo?… ¿Alicia… espera un hijo mío? —la voz de Javier se quebró, y sus ojos se abrieron con una mezcla de incredulidad y espanto.
Dio un paso atrás, como si la noticia fuera un golpe invisible que lo empujara.
Sintió un vértigo extraño, una presión en el pecho que lo dejó sin aire.
Por un instante, las paredes parecieron cerrarse sobre él, y la habitación se volvió más pequeña, más oscura.
«Siempre soñé con tener un hijo… pero con Paula. Y ahora… ahora estoy atrapado en esta pesadilla», pensó, sintiendo un dolor punzante que se clavaba en cada rincón de su alma.
—¡Vas a cumplir como padre y como esposo! —la voz frente a él fue un látigo—. Olvídate de Paula. ¿Crees que no me duele decirte esto? Pero ella… ella te traicionó. No puedo defender a una infiel, Javier. No puedo… porque… ¡Paula es como su madre!
—¿Qué? —Javier sintió un escalofrío recorrerle la espalda, como si la frase hubiera abierto una herida desconocida.
El hombre bajó la mirada. Su voz tembló, cargada de un