Busco a Thane con la mirada y lo encuentro entrenando en la parte trasera con algunos miembros de la manada. Me acerco a él y lo tomo del brazo, mi urgencia y emoción palpables.
—Tenemos que hablar inmediatamente —le digo, sin darle tiempo a reaccionar.
—¿Qué pasa? —me pregunta, pero yo simplemente le digo:
—Ven conmigo, por favor. Tengo que decirte algo.
Lo llevo a una parte alejada donde nadie más pueda escucharnos, y comienzo a explicarle mi plan. Mientras hablo, puedo ver cómo se le abren los ojos y comienza a caminar de un lado a otro, rascándose el cuello pensativamente.
—Es una buena idea —dice, su voz llena de entusiasmo y consideración.
No me detengo, y le suelto absolutamente todo, sin omitir detalle alguno. Le explico cómo podemos unir a las manadas, cómo podemos trabajar juntos para lograr la paz y la estabilidad que tanto anhelamos. Thane me escucha atentamente, su rostro reflejando su interés en todo lo que digo. y sé que estamos en el camino correcto.
—Dios mío, amor.