A pesar de haber aceptado con resignación su destino impuesto, Octavia se encuentra enfrentando desafíos que persisten como sombras inquebrantables en su camino. La misteriosa desaparición de Orión la sume en una oscura desesperación, una tormenta interior que enfrenta en silencio. Sin embargo, de las profundidades de su propio dolor, surge como la líder férrea y resiliente que la manada requiere para lidiar con la punzante ausencia de su Alfa. En este tortuoso viaje, el paisaje se transforma con la llegada de nuevas figuras. ¿Serán aliados con verdaderas intenciones de apoyo o intrincados enemigos disfrazados? Octavia se sumerge en un terreno desconocido, donde las lealtades se desdibujan y cada paso podría llevarla más cerca de la verdad o hacia el camino de la traición.
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La anticipación vibraba en mi pecho, una mezcla de nerviosismo y alegría por la sorpresa que Orión tramaba para mí. A pesar del caos que nos rodeaba, la idea de la celebración se abría paso en mi mente, inundándome con una ola de felicidad que contrastaba con la cruda realidad que enfrentábamos.
Sumida en la habitación, el agua del cuarto baño del día acariciaba mi piel, proporcionando un alivio bienvenido. Cerré los ojos, permitiendo que la sensación del agua y el aroma sutil del jabón envolvieran mis sentidos. Cada gota parecía llevar consigo la promesa de un nuevo comienzo, un respiro en medio del torbellino de responsabilidades.
Después del desayuno compartido con Lucas, Sam y Orión, nos fuimos a trabajar en las tareas de reconstrucción. Cada movimiento resonaba con un propósito renovado, pero la ciudad, vista desde la ventana de mi habitación, parecía conservar su esencia única. El sol, en su gloriosa ascensión, pintaba cada casa con colores vivos, creando una paleta que contrastaba con la sombra persistente de la batalla. El brillo dorado del sol no podía disipar la pesadez en el aire. Nos enfrentamos a la desgarradora tarea de buscar entre los cuerpos caídos durante la batalla.
Cada rincón de la ciudad contenía historias truncas, y aunque el sol acariciara mi rostro, no podía ignorar el peso emocional de la pérdida. La vista de los cuerpos, el olor a tierra removida y el sonido sutil del viento llevaban consigo la carga de la tristeza, un recordatorio palpable de los sacrificios realizados para proteger nuestro hogar.
El bosque, en este momento, albergaba más cuerpos que árboles. Nos sumergimos en una tarea agotadora, pasando horas interminables recopilando los cuerpos dispersos y cuestionando a los sobrevivientes. Era un esfuerzo necesario para eliminar cualquier amenaza latente que pudiera acecharnos.
Desafortunadamente, Orión descubrió más traidores entre nosotros. Lo alarmante de la situación radicaba en los cargos que ocupaban en la manada; veteranos de alto rango pagaron el precio por su traición. Sentí el dolor de Orión resonar en cada ejecución, una carga emocional que pesaba en el aire.
—Aquí estás —me susurró mientras me envolvía en un abrazo desde atrás. —Siento como si no te hubiera visto en décadas.
—¿Será tal vez porque me has estado evitando? —Sonreí al aceptar su abrazo familiar.
—Solo fueron unas horas, mi amor. Verás que valió la pena... —me apretó con más fuerza.
Me giré para observarlo más de cerca. La tensión en sus músculos era palpable bajo mis manos, y su mirada reflejaba el agotamiento físico y mental con el que estaba lidiando. Cada línea en su rostro contaba una historia de las duras decisiones que había tenido que tomar para proteger a la manada.
—Tal vez podríamos posponer la sorpresa, amor, te ves como la m****a —dije mientras acariciaba su mejilla.
—Eres muy buena dando cumplidos —la picardía teñía su tono de voz, junto con un toque de sarcasmo.
—Siempre para servirte, Alfa —murmuré sensualmente, acercando mis labios a los suyos.
—Eres una pequeña diabla cuando te lo propones —me alzó del suelo con sus manos en mis muslos en el momento en que mi espalda tocó la pared. Cerré mis piernas alrededor de sus caderas mientras lo besaba profundamente.
Nuestras lenguas se movían en total sincronicidad, mis manos se aferraron a su cabello mientras él frotaba su miembro contra mí. Se separó apenas un poco para mirarme a los ojos.
—Te amo tanto que no te haces una idea. Estoy tan agradecido con la Diosa Luna por haberte devuelto a mis brazos, donde perteneces —dijo con tanto amor y pasión que me derretí en sus brazos.
No había palabras para describir lo que sentía por él. Este vínculo y el tiempo que habíamos compartido juntos, todo el amor y el apoyo que recibí de él, cada paso en este camino turbulento me había llevado a amarlo incondicionalmente.
Besé su cuello, donde estaba mi marca de compañera, lo sentí estremecerse bajo mis manos y mis labios. Recorrí su cuello y su mandíbula con mi lengua y pequeños besos. La habitación estaba ya muy caliente, su cuerpo y el mío por explotar de deseo y amor.
Cada beso, cada caricia tenía la intención de adorarlo, de demostrarle cuánto sentía en mi interior.
Un golpe en la puerta nos distrajo a los dos por la potencia de los golpes.
—Alfa, tenemos un problema. —habló uno de sus hombres al otro lado de la puerta.
—Diosa santísima. Lo siento, mi amor, tengo que ir —me habló, apoyando su frente en la mía.
—No te preocupes, y si realmente necesitas, podemos posponer lo de esta noche... —comencé a decirle cuando me interrumpió.
—No, no haremos eso. Te veré en unas horas. —Me besó suavemente y me dejó en el suelo.
Extrañé su contacto en el momento en que se alejó de mí, dándome una última mirada llena de amor y promesas antes de cerrar la puerta detrás de él.
Con un suspiro de resignación, me vestí con unos vaqueros y una blusa suelta. Estaba por salir de mi habitación cuando Sam me enlazó mentalmente.
"¿Tienes todo listo para esta noche?"
"Disculpa, ¿sabes algo sobre la sorpresa?" pregunté con sospecha.
"¿Y tú quién crees que lo ayudó a preparar todo?" su risa resonó en mi mente.
"¿Ha sido idea tuya?" No pude evitar enarcar una ceja y sentir un poco de frustración. Preferiría que la sorpresa hubiera salido de la cabeza de Orión y no de alguna manipulación que Sam pudiera haber orquestado.
—No, ha sido su idea, solo le he ayudado con los detalles —dijo mientras entraba a la habitación con una bolsa en sus manos —lo que también implica ayudarte a ti con los detalles...
—¿Qué es eso? —inquirí mirando la bolsa en sus manos.
—Obviamente tu vestido para esta noche. No te preocupes, no es nada revelador, aunque sí es un poco sexy. No pude evitarlo —sonrió con picardía.
La sugerencia de un vestido sexy despertó una mezcla de nervios y anticipación en mí.
—La Diosa me salve... —murmuré, sintiendo una mezcla de diversión y nerviosismo ante la perspectiva del evento planeado por Orión y, aparentemente, supervisado por Sam.
Pasamos las siguientes horas inmersas en la tarea de prepararme para la sorpresa de Orión. El vestido verde, con un ajuste perfecto en la parte superior que resaltaba mis curvas y una falda suelta que confería ligereza, me daba una sensación de elegancia y movilidad. Dejé que mi cabello cayera suavemente sobre uno de mis hombros, mientras Sam, con habilidad, realzaba mis rasgos con un maquillaje sutil pero resplandeciente.
—Estás simplemente deslumbrante, Vi. Estoy tan emocionada por ti y Orión —sollozó Sam detrás de mí mientras compartíamos una mirada reflexiva en el espejo.
—Con toda esa emoción, creo que tengo una idea de lo que me espera como sorpresa —sonreí, encontrando complicidad en sus ojos.
—Solo intenta no arruinarlo —añadió con un gesto de diversión. Nos reímos juntas, y luego, al comprobar la hora en el reloj de la mesa de noche, suspiré.
—Creo que es hora —anuncié, mirándola con ansias. Mientras me preparaba para salir, sentí un tirón sutil y un calor que provenía del cajón de mi mesa de noche. Intrigada, me acerqué y lo abrí, revelando el colgante de la Diosa Luna. Su presencia ejercía una atracción magnética, como una melodía sensual que me envolvía.
—Qué hermoso colgante. ¿De dónde lo sacaste? —preguntó Sam, intrigada, desde detrás de mí.
—Oh, esto no es nada, un regalo de Alice que encontré dentro del diario —mentí, guardando el colgante en mi mano con cierto misterio —De todas formas, ya es hora de irme. Nos vemos mañana, Sam.
Me despedí de ella con una mezcla de emociones agitadas en mi interior, ocultando el colgante mientras salía por la puerta.
Durante la caminata hasta el lugar donde Orión me había citado, la familiaridad y el poder del colgante se hicieron evidentes en cada paso. Al colocármelo, una energía invisible me recorrió, como si estuviera vibrando con una fuerza latente que me envolvía por completo.
Sin darme cuenta, llegué al sitio de encuentro con Orión, el mismo lugar donde compartimos la emotiva ceremonia de despedida a mis padres.
La noche, despejada y luminosa gracias a la luna llena, iluminaba cada rincón de la planicie. El suelo estaba adornado con pequeñas flores blancas y amarillas, creando una escena de gran belleza. El suave murmullo del río, con sus movimientos lentos, y el sonido reconfortante del agua golpeando las rocas, creaban una sinfonía natural que se mezclaba con la atmósfera tranquila y agradable del lugar.
La última vez que estuve allí, dos estructuras ocupaban el centro del espacio, pero ahora solo había una manta extendida y una canasta de picnic, proporcionando a la escena un toque íntimo y romántico. Me acerqué a la manta y me senté, dejándome envolver por la serenidad del entorno.
A pesar de la idílica escena, los primeros 10 minutos pasaron lentos, y la anticipación sobre la sorpresa que me esperaba comenzó a generar una mezcla de emoción y nerviosismo en mi interior. Cada detalle del entorno parecía conspirar para aumentar mi expectación, y mis sentidos estaban alerta a cualquier señal de la llegada de Orión.
"Orión no es de llegar tarde", habló Darcy en mi mente.
"Dado lo que pasó recientemente, creo que tiene una buena excusa para atrasarse, aunque no es una buena forma de 'comenzar' una relación formal", suspiré reflexivamente.
"Debe estar muy ocupado, Ciro no responde mi enlace..." La mención de que Darcy no podía conectar con Ciro me puso nerviosa. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y una sensación de inquietud se instaló en el fondo de mi estómago.
"Orión, estoy esperando donde me dijiste", establecí contacto directamente con él. El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier respuesta. El vacío en mi conexión con él dejó un eco de desconcierto.
"Orión, ¿no pensarás en dejarme plantada en nuestra primera cita de verdad?" traté de darle un toque de humor, pero mi propia risa sonó hueca en mis pensamientos. La incertidumbre se apoderaba de mí, y mis emociones fluctuaban entre la ansiedad y la decepción.
Miré nuevamente la hora, treinta minutos tarde. Cada segundo que pasaba aumentaba mi inquietud. El lugar tranquilo y romántico que había elegido para encontrarnos se volvía un escenario de incertidumbre.
"Esto no está bien, Vi..." Darcy estaba ya muy inquieta, sus emociones desbordando dentro de mí. Su preocupación resonaba en mi propia angustia.
Orión El aire en la habitación estaba cargado con el olor a alcohol y desesperación, una oscuridad opresiva reinaba, apenas rota por la débil luz que se filtraba a través de las cortinas cerradas. Cada día se fundía con el siguiente en un ciclo monótono y sin sentido, un reflejo de mi desolación interna. Las botellas vacías se esparcían por el suelo como testigos mudos de mi abandono. En el exterior, la vida de la manada continuaba, liderada ahora por mi Beta. Podía sentir, incluso en mi estado de aislamiento, los murmullos y las discusiones sobre elegir un nuevo Alfa Principal. Pero ese mundo me parecía distante, irrelevante. Mi mente y mi corazón estaban sumergidos en la oscuridad, incapaces de preocuparse por algo más allá de mi propio sufrimiento. —Orión, —la voz firme de Lucas a menudo resonaba a través de la puerta cerrada, intentando sacarme de mi letargo. —La manada te necesita, debemos tomar decisiones importantes. Pero sus palabras se desvanecían en la penumbra que me en
Octavia Inspiré profundamente, aferrándome a la vida, a la luz que Alice había encendido en mi interior. A pesar del dolor que aún me consumía, sentí una determinación creciente. No estaba sola; tenía un propósito, una razón para seguir adelante. Con un esfuerzo que parecía sobrehumano, coloqué una mano sobre mi pecho, justo donde Alice había dejado su toque reconfortante. Mis dedos encontraron algo pequeño y metálico, puntiagudo al tacto. Con mano temblorosa, lo extraje y lo elevé a la altura de mis ojos para examinarlo más de cerca. Era el colgante, la mitad de él. El Sol, ahora irónicamente separado de su contraparte, la Luna. El símbolo de una unión quebrada, de una mitad faltante, resonaba con el eco de soledad y pérdida en mi corazón. Al sentarme lentamente, mi mirada vagó por el entorno. Las nubes oscuras aún dominaban el cielo, amenazadoras y pesadas, mientras el humo negro se cernía sobre mí, como un augurio de desesperanza. El aire estaba cargado de una energía inquietan
Octavia La realidad se desvanecía a mi alrededor, como si el mundo entero se hubiera reducido a un punto ciego en mi percepción. El dolor era insoportable, una tormenta desgarradora desatándose dentro de mí. "¡Darcy!" grité, pero mi voz sonaba distante, ahogada por el estruendo de mi propio corazón. Sentía cada fibra de mi ser rasgándose, desgarrada por la fuerza brutal con la que Darcy fue arrancada de mi alma. Era más que dolor físico; era una agonía espiritual, una herida que trascendía el cuerpo y cortaba directamente en lo más profundo de mi esencia. Estaba tirada en el suelo frío y húmedo del bosque. La tierra debajo de mí parecía girar y contorsionarse, y las lágrimas corrían por mis mejillas sin control, cada una silenciosa acusación contra el universo por permitir tal crueldad. "¡Darcy! ¡Darcy, por favor!" gritaba, mi voz rompiéndose con cada llamado. Pero solo había silencio, un vacío ensordecedor donde antes había una presencia amorosa y reconfortante. El aire a mi al
Orión Las palabras resonaron en mi mente como un golpe devastador. El vínculo que compartía con Octavia, esa conexión profunda y eterna que nos unía, había desaparecido. Era como si una parte de mi alma hubiera sido arrancada, dejando un vacío oscuro y doloroso. —¡No! ¡No puede ser! —grité, negándome a aceptar la realidad. El dolor era insoportable, no solo físico sino también emocional. Sentía que cada latido de mi corazón se desgarraba, cada respiración un reflejo de mi pérdida. Lucas llegó a mi lado, su rostro reflejando el pánico y la confusión. —Orión, ¿qué sucede? ¡Habla conmigo! —Octavia... Darcy... Han desaparecido, —logré decir, mi voz quebrada por el dolor. —No puedo sentirlas, Lucas. Se han ido... Las palabras parecían resonar en el aire, un eco de la tragedia que nos envolvía. Mientras la batalla rugía a nuestro alrededor, dejando huellas de desgaste y desesperación en el barro y en las heridas de mis compañeros, el sentido de nuestra lucha parecía disiparse en la to
Orión El aire a nuestro alrededor se cargó de electricidad, una sensación desconcertante que erizaba cada vello en mi cuerpo. Sentí cómo una oleada de energía invisible nos envolvía, una fuerza tan potente que parecía emanar del mismo corazón de la tierra. —¿Qué demonios fue eso? —exclamó Alfa Zane, su voz teñida de sorpresa y cautela. Los autos se detuvieron bruscamente, como si una mano invisible los hubiera agarrado y los hubiera frenado en seco. Intenté arrancar el motor nuevamente, pero estaba claro que algo más allá de nuestra comprensión estaba en juego. —Esto no es normal, —murmuró Alfa Einar, mirando a su alrededor, tratando de percibir la fuente de aquella energía abrumadora. Salí del auto y me detuve un momento para sentir la tierra vibrar bajo mis pies, pensando en nuestra próxima estrategia mientras observaba cómo la naturaleza misma parecía conspirar contra nosotros, con el viento llevando susurros de una amenaza oculta. El cielo se había oscurecido, como si presagi
Lucien Corrí hacia ella y clave mis colmillos en su cuello, el sabor dulce y embriagador de la sangre de Octavia fluía a través de mí, avivando cada célula de mi ser. La esencia de su vida, su vitalidad, me llenaba de una euforia oscura y poderosa. Mi humanidad, sin embargo, se retorcía en agonía bajo el peso de la culpa y el horror por lo que estaba haciendo. El gruñido que emanó de lo más profundo de mí al sentir a la Diosa Luna acariciando a Octavia era un reflejo de la posesividad salvaje que ahora me dominaba. Ella es mía, pensé con una certeza que iba más allá de la razón, marcando un territorio que ni siquiera sabía que existía dentro de mí. La Diosa, con su voz suave y seductora, se alejó ligeramente, reconociendo mi reacción. —Por supuesto, mi amor, ella te pertenece, —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos fríos. A pesar de sus palabras, sentí una corriente de celos y resentimiento hacia ella. Mientras bebía la sangre de Octavia, cada sorbo era una mezcla de éx
Último capítulo