LUCIEN MORETTI
La mañana estaba en calma, demasiado en calma para lo que venía. El sol apenas comenzaba a colarse por los ventanales de la mansión, y el aroma a café recién hecho se mezclaba con el leve murmullo de los pájaros. Me encontraba en la cocina desde antes que alguien más despertara, preparando el desayuno con mis propias manos, algo que no hacía desde Italia, pero que esta vez me nacía del alma.
Quería que esta mañana fuera especial.
La última mañana antes de volver a la guerra.
Porque eso era Italia para mí: una guerra constante, un campo de batalla con trajes caros, mentiras disfrazadas de negocios y traiciones envueltas en sonrisas. Y esta vez… no iría solo.
Addy vendría conmigo.
No era el plan. Habíamos acordado volver juntos, sí, pero más adelante. Cuando todo estuviera más calmo. Cuando mi madre, estuviera completamente curada. Cuando yo pudiera prometerle un lugar seguro.
Pero Paolo llamó anoche. Las cosas estaban mal. Muy mal. Y ya no podía postergarlo más.
La bande