ADELINE DE FILIPPI
Lucien llegó de madrugada. Ni siquiera lo escuché abrir la puerta, pero su presencia me envolvió como un huracán apenas el colchón crujió a mi lado.
—¿Lucien? —susurré, entre dormida y alerta.
No me respondió con palabras. Solo me abrazó. Fuerte. Como si tuviera miedo de soltarme. Como si acabara de regresar de una guerra que no quería contarme.
Su respiración estaba agitada. Su piel, tibia. Y sus labios encontraron los míos con una ansiedad que no me dio tiempo a entender. Me besó como si ese beso lo mantuviera vivo.
—Estás temblando… —murmuré, acariciando su espalda.
Él no respondió. Me atrajo más, enterrando el rostro en mi cuello, como si necesitara fundirse conmigo para recuperar la calma. Lo sentí respirarme, hundirse en mí. Y algo dentro de mí me dijo que esa noche… había hecho algo.
Algo que lo había marcado.
—Addy…
—Estoy aquí —le susurré, acariciando su cabello húmedo—. Todo está bien.
Pero no estaba bien. Lo sabía. Algo pasaba que tenía a Lucien tan deses