ADELINE DE FILIPPI
Los días habían pasado lentos desde el final de la guerra contra Seraphim. Un mes entero desde que todo terminó, y sin embargo la casa se sentía… extraña. Vacía. Los pasillos ya no estaban llenos de voces, las risas de Marie y Lucy habían cruzado el océano, y hasta mis padres se habían marchado a cuidar sus asuntos en América.
Me dolía el estómago otra vez. No era un dolor fuerte, solo esa punzada incómoda que llevaba semanas apareciendo. Lucien me observó con el ceño fruncido, su mirada tan intensa como siempre.
—Amore, ¿estás bien?
Me forcé a sonreír.
—Me duele el estómago, nada más. Seguro algo que comí.
Él se inclinó para besarme la frente, y sentí su calor atravesarme entera.
—Ven, te haré un agua caliente, así te sientes mejor.
—Gracias, mi vida…
Antes de poder seguir, la puerta se abrió y Anny apareció. Su presencia siempre llenaba el cuarto como un torbellino.
—La casa se siente tan vacía sin Lucy y Marie… y sin nuestros padres. —Suspiró, dejándose caer en u