ADELINE DE FILIPPI
—Supongo que lo mandaste a dormir al sofá, ¿verdad? —dijo Lucy, cruzándose de brazos con una ceja alzada y una sonrisa maliciosa—. Porque si no, Addy, te lo juro que voy yo misma y lo lanzo con almohada y todo.
—¡Lucy! —protesté, aunque no muy convencida.
—Pienso lo mismo —intervino Kiara con tono seco—. Lo mínimo que se merece Lucien es dormir una semana en el sofá. ¿Quién le manda a jugar con los sentimientos de Marie como si fueran fichas del ajedrez Moretti?
—Ya me desquité un poco, tranquilas —respondí con una sonrisa torcida, sirviéndome otra taza de café mientras todas las chicas estaban sentadas alrededor de la isla de la cocina. Esa mañana había comenzado con una tormenta emocional… y un desayuno improvisado entre nosotras.
— Yo no sé por qué Lucien hizo eso y Josh se lo aguantó. — Dijo Anny con el ceño fruncido.
Clarita soltó una risa y giró su silla hacia el grupo.
—Porque son hombres —resopló Clarita—. Va en sus genes ser tontos.
—¡Amén! —dijimos todas a