Él se quedó.
MARIE MORETTI
Desperté con la cabeza palpitando y la garganta seca. Pero no fue eso lo que me hizo abrir los ojos.
Fue el calor.
El calor de unos brazos fuertes envolviéndome.
El calor de un cuerpo junto al mío.
El calor de una respiración acompasada, muy cerca.
Tardé unos segundos en recordar dónde estaba. La habitación era la mía, sí… pero distinta. Más tibia. Más segura. Más real.
Y entonces lo sentí.
El brazo de Josh cruzado sobre mi cintura, cubriéndome incluso por encima de las mantas. Su pecho contra mi espalda.
Él dormía. Y no se había movido.
Me estaba abrazando.
No como un amante.
No como un amigo.
Como alguien que temía perderme otra vez.
Mi corazón dio un vuelco.
No quise moverme. Me quedé ahí, quieta, memorizando el momento, la forma en que su aliento rozaba mi cuello, el leve crujido del colchón con cada respiración suya.
Y entonces… los recuerdos de anoche me golpearon.
Las luces del bar.
El licor bajando por mi garganta como fuego.
La risa falsa que lancé para tapar el