ASHER WILSON
El cumpleaños de mi madre terminó y todos regresaban, yo fui a mi habitación a buscar una chaqueta y su recuerdo me golpeó, sonreí, desde que tenía 17 años una admiradora secreta se había dedicado a escribirme cartas de amor, a amarme en silencio, por años traté de ver quien era, saber quien era la mujer que me amaba desde las sombras, pero jamás logré saberlo.
Me senté al borde de la cama, dudando por un instante. Luego, como si una fuerza invisible me guiara, me incliné y metí la mano debajo. Palpé el fondo de madera hasta encontrarla: la cajita de lata azul.
La saqué con cuidado. El corazón me golpeaba como cada vez que tomaba esas tantas cartas que había guardado con cuidado.
La caja era pequeña, con la pintura un poco desgastada, pero aún conservaba la forma de una caja de galletas antiguas. Dentro, cuidadosamente dobladas y atadas con una cinta, estaban las cartas. Más de una centena. Algunas amarillentas, otras más recientes. Todas escritas a mano.
Por años las rec