Jarek apenas podía con su alma.
No entendía el porqué, siempre fue un hombre muy fuerte, su lobo interior era feroz, pero se sentía extraño, cansado, herido, como dominado por algo oscuro e incontrolable, algo de lo que no podía alejarse.
Solo quería dormir, apagar su cerebro, descansar.
Al llegar a su habitación, cerró la puerta con torpeza y se dejó caer sobre la cama sin siquiera quitarse las botas. Un suspiro largo escapó de sus labios antes de que la inconsciencia lo reclamara por completo.
Ni dos minutos pasaron… y la puerta se abrió en silencio.
Ella entró sin hacer ruido, como una sombra seductora. Sus ojos se posaron en él con una mezcla de deseo, rencor y estrategia. El rey Alfa dormía profundamente, vulnerable como nunca.
—Perfecto —susurró para sí misma, con una sonrisa torcida y peligrosa—. El veneno está surtiendo efecto… justo a tiempo. Ahora está perdiendo su lobo, está perdiendo su alma, y será mi títere, será mío y vengaré a los Darkness.
No había duda: Jarek no despe