Aniela se quedó temblando en su puesto. Jamás había visto a Christopher tan molesto.
—Se me está saliendo de las manos y no puedo permitir eso —dijo en voz alta apretando los puños con rabia—, tengo que buscar la manera de volver a tenerlo en mis manos. ¡Cómo sea!
Christopher tomó una ducha rápida. Olía a hospital y a sudor. Después de colocarse un shorts y una camisa de casa, entró a la habitación de Mateo. Lo encontró en un rincón, con la cabeza metida en sus rodillas llorando.
—¿Qué ocurre bebé? —le preguntó con voz suave levantándole la carita.
—Nadie me quiere —dijo el niño subiendo la mirada y mostrando unos ojos llenos de tristeza.
—¿Por qué dices eso Mateo? Yo te amo bebé —le dijo Christopher con suavidad.
—Mi mamá nunca está conmigo y tú siempre tienes que trabajar. Quiero una mamá que me quiera y un padre que tenga más tiempo para mí —habló el niño, arrastrando las palabras por su poco hablar.
Christopher tragó grueso.
—Te prometo que buscaré la manera de pasar más tiempo co