La habitación privada del Mount Sinai tenía un aire cálido, lleno de vida nueva. Las cortinas blancas filtraban la luz del sol de la mañana, que caía sobre las camas dobles acomodadas una junto a la otra. Las paredes, antes desnudas, ahora estaban adornadas con ramos de flores frescas, globos rosas atados a los respaldos y pequeños detalles que hablaban de celebración. En una esquina, dos cunas transparentes esperaban vacías, listas para cuando las niñas descansaran.
Eva dormía en el pecho de Alisson, envuelta en una manta blanca. Alisson le acariciaba la espalda con movimientos lentos, respirando con calma. Cielo estaba en brazos de Julie, quien la observaba en silencio, memorizando cada rasgo, cada sonido, cada respiración. Ambas compartían ese instante como si el resto del mundo no existiera.
Christopher estaba sentado al borde de la cama de Alisson, con una mano sobre su pierna. Ryan se encontraba recostado en una silla cercana, mirando a las bebés con los ojos entrecerrados.
—No