El sol de primavera bañaba con calidez el amplio jardín trasero de la mansión Langley-Miller. El césped, perfectamente recortado, lucía salpicado de mantas florales, mesas largas de madera rústica y farolillos blancos colgados entre los árboles. Unos globos color pastel se balanceaban con la brisa suave, y sobre una mesa principal, decorada con un mantel de lino y flores frescas, destacaba un pastel de varios niveles coronado por un letrero en cursiva: "Feliz primer año, Eva y Cielo”
Había música instrumental suave flotando en el aire, risas que iban y venían, y el perfume de las bugambilias mezclado con el de las tostadas de miel y canela que Julie había preparado temprano. Era la primera fiesta de cumpleaños de Eva y Cielo, y también el primer día en mucho tiempo en que todos estaban juntos, sin drama, sin urgencias, sin prisas.
Christopher sostenía a Eva en brazos, vestido con una camisa blanca arremangada y pantalones caqui, su cabello peinado hacia atrás con naturalidad. La pequ