En ese mismo momento, en la mansión Campbell, el aire estaba cargado de calma aparente. Julie estaba sentada en una esterilla de yoga en el amplio salón de la mansión, con ventanales que daban a un jardín de rosas bañado por la luz de la tarde en Manhattan. Sus cabellos rubios, sueltos y ligeramente húmedos por el sudor, caían sobre su rostro mientras movía el cuerpo con precisión. Sus manos se deslizaban por el aire en un flujo lento, los músculos tensándose y relajándose en cada postura. Llevaba un conjunto de yoga negro que marcaba su figura embarazada, el abdomen redondeado resaltando bajo la tela elástica. La música suave de un arpa llenaba el espacio, mezclándose con el canto de los pájaros afuera.
Ryan estaba frente a ella, sentado en un sillón de cuero, con su hijo en brazos. El pequeño dormía plácidamente, con la cabeza apoyada en el hombro de su padre. Ryan, sin embargo, no podía apartar los ojos de Julie. Su rostro, normalmente relajado, estaba tenso, las cejas fruncidas mi