Los dos días siguientes fueron una prueba de resistencia. Las mañanas y las tardes pasaban en periodos de Sanación prolongados. Cada sesión me costaba energía, pero a través de mis manos, sentía cómo Sech concentraba su voluntad, forzando la recuperación. Estaba enfocado, obsesionado con estar fuerte para el encuentro con su madre.
Mi tarea se había vuelto íntima y obligatoria. Tenía que tocarlo, sanarlo, sentir su energía. Él yacía rígido bajo mis manos, su rostro una máscara de fría determinación. Yo trabajaba en silencio, pero la tensión entre nosotros era un cable a punto de romperse.
—Tienes una hora más, Isis —dijo, sin abrir los ojos, su voz baja y áspera.
—Lo sé, Rey Alfa. No es necesario que me recuerdes mi trabajo —respondí, concentrada en el latido lento de su corazón, guiando mi energía.
—Tu falta de respeto es irritante. ¿Crees que tu pequeño acto de rebeldía en la bañera me asusta?
—No intenté asustarte. Intenté regresarte un poco de tu propia arrogancia —respondí, mant